Los más empobrecidos, los nacidos de vientres desdichados, poco quieren saber de elocuentes discursos, solo tienen la convicción de que todo recaerá sobre sus espaldas. Sus miradas se posan sobre la mercadería secuestrada en vidrieras de un mercado impiadoso en los que la “libertad de comprar y vender” no figura en el catálogo de sus derechos.