Los muertitos en las alas de las mariposas

Dicen que hoy bajan por acá desde todos los cielos. No tienen, como en Michoacán, millones de mariposas monarca que los traigan enancaditos en sus alas. Pero tienen en esta primavera humilde y deshilachada su mariposerío modesto que los depositará en los hombros de los que sufren. En los pañuelos blancos.

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Por Silvana Melo

(APe).- Dicen que hoy bajan por acá desde todos los cielos. Sin que los amedrente esta lluvia feroz que programan los asesinos. Los que les propinaron la muerte y los que los amortarían ahora también.

Pero los muertitos no tienen miedo. Porque sabemos, desde hace setecientos años, que la muerte es un paso más de la vida, como lo creían los aztecas y lo sienten en el cuerpo los que están hoy en medio de los colores más vivos para los muertos, con la comida en los altares, el copal y las flores amarillas. Para que vuelvan.

Bajarán acá también nuestros muertitos desde todos los cielos. No tienen, como en Michoacán, millones de mariposas monarca que los traigan enancaditos en sus alas.

Pero tienen en esta primavera humilde y deshilachada su mariposerío modesto que los depositará en los hombros de los que sufren, en los pañuelos blancos, en los altarcitos de las cocinas de las villas, en las capillas de los asentamientos, en las tumbas de los pibes muertos por todas las policías de esta tierra, en los sanlamuerte perdidos en una ochava de barro, en las fotos sonrientes de los muertos queridos, fundacionales, inmensos, olvidados. En el cuerpo del Che en la batea de la Higuera. En el reguero de sangre de esta América latina deportada de los sueños y la alegría.

Hacen falta los muertitos nuestros que lleguen escondidos en las alas de las mariposas. Aunque no sean monarcas. Que apenas sean obreras sirve. Precarizadas y pobres como los mensajeros del pavimento urbano. A los que se les diluyó el futuro en la primera esquina. Desangeladas como los pibes que no llegan a comer dos veces en el día. Como los viejos que no llegan al hospital. Como la vida ésta que alguna vez supo ser iluminada y terca y ahora se sienta a esperar las cifras un domingo a las seis de la tarde. A esperar a los monstruos que van a reinar.

Hacen falta los muertitos nuestros ante tanto vivo amenazante. Que vengan en las mariposas monarca. O en las orugas trabajadoras. O en las crisálidas que descansan como difuntas. Pero que un día se rompen y aparece la belleza. La más rotunda y cruda belleza. La que puede encandilar a los vivos siniestros, enceguecerlos en su perfidia. La que puede iluminar el camino de los millones que buscan otro mundo. Más justo. Que alcance para todos.

Con lluvia y todo hoy caerán los muertitos por acá. No sólo en México, en Salta, en Jujuy.

Por acá también, en la aridez del conurbano, en su sudestada, en la inundación de las villas, en la pobreza que en este hacinamiento se multiplica.

Hacen falta, los muertitos nuestros. En el mariposerío urgente.

Tanta falta para iluminar el derrame de desolación que castiga estas tierras. Como si fuera un temporal.


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