Los comedores populares, que son espacios de resistencia colectiva, son a la vez la marca visible de los desalojos invisibles de la mano invisible del mercado. En esto, hay una gran herejía: las necesidades básicas siguen siendo insatisfechas. Y en lo único que la libertad avanza es en el inalienable derecho a morirse. Como se desprende de las palabrotas del presidente pordiosero.