Estado de Malestar 5

Comedores sin comida. Democracia sin demócratas

Los comedores populares, que son espacios de resistencia colectiva, son a la vez la marca visible de los desalojos invisibles de la mano invisible del mercado. En esto, hay una gran herejía: las necesidades básicas siguen siendo insatisfechas. Y en lo único que la libertad avanza es en el inalienable derecho a morirse. Como se desprende de las palabrotas del presidente pordiosero.

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Por Alfredo Grande

(APe).- La cultura represora es cultura de la represión. La represión en sentido estricto es desalojar. Por las buenas y preferentemente por las malas. Sacar del medio aquello que molesta. El protocolo anti piquetes de la actual Ministra de Inseguridad. Desalojar las calles. Prioridad absoluta. La gente, sobre todo si es demasiada gente, vaga y mal entretenida, sobra. Es excedentaria. Lo que necesitamos son inversores, no pobrerío.

Pero la represión no se limita al desalojo, por las buenas y preferentemente por las malas. Es más que eso. Mucho más. Desalojar de las calles es necesario, pero insuficiente.

Una lista parcial de desalojos es: de la alimentación, de la vivienda, de la salud, del aprendizaje, de la alegría, de la creatividad, del amor, de la libertad de soñar garantizando al mismo tiempo la libertad de tener pesadillas, la libertad de vivir, garantizando al mismo tiempo la libertad de morir. Pero además del desalojo, es necesario negar que se desaloja. Y aparece la parafernalia de lo que llamo el alucinatorio politico social.

Su exponente actual: el Voz Cero.

Desalojaron la comida de los comedores escolares. Una de los mecanismos de represión de la cultura represora. La discusión es si estaban estoqueados, si estaban para catástrofes (el Voz Cero no incluye la actual situación ya que no la padece), si eran para evitar el consumo de los que ya estaban vencidos (de paso de los que no estaba vencidos también), si un funcionario fue responsable y con echarlo porque su fecha de vencimiento llegó es suficiente, etc, etc.

Lo que la cultura represora oculta, y habría que estar advertido para no caer en sus trampas, es que la propia existencia de comedores populares, escolares, barriales, es indicador de represión. De una represión que está naturalizada, burocratizada, hasta diría aceptada. La represión, es decir, el desalojo de niñas, niños, adolescentes, viejas y viejos, de sus comedores de origen. Familiares, de amistades, de colectividades. Si están en comedores populares, que son espacios de resistencia colectiva, pero que también son la marca visible de los desalojos invisibles de la mano invisible del mercado. La necesidad tiene cara de hereje.  Pero la verdadera herejía es que las necesidades básicas sigan siendo insatisfechas. Y que en lo único que la libertad avanza es en el inalienable derecho a morirse. Como se desprende de las palabrotas del presidente pordiosero.

Es una democracia sin demócratas. Apenas burócratas que cínicamente dicen arrepentirse de los 8 millones que cobran. Pero no de haber convertido Lo Humano en Capital. La humanidad reducida y denigrada en ser el capital humano para su explotación como mano de obra baratísima.

Democracia sin demócratas.  ¿Qué puede salir mal?  Quizá la tragedia de comedores son comida. El hambre es un crimen. Lo sabemos desde hace más de 40 años en la lucha de los chicos del pueblo. 

Pongamos nombres a todos los asesinos y todas las asesinas. Para que después de todo sea cierto que el que las hace, las paga.

Y que más temprano que tarde, la tortilla se vuelva. Y los pobres vuelvan a comer pan. Y que a los ricos los trague la tierra.


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