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(APe).- Walter Berhovet tenía mucha vida por vivir a sus 53 años. Pero hoy integra el listado de los trabajadores fallecidos por la contaminación con asbesto. Era maniobrista en la línea D de subte y es el quinto trabajador que muere por cáncer de pulmón. La suya fue una muerte completamente evitable y, como tal, constituye un crimen. Porque ningún trabajador debería morir por la sencilla razón de ejercer a diario su trabajo. Desde hace años la AGTSyP (Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro) viene denunciando sostenidamente la presencia de asbesto en varios tramos del subte, un elemento cancerígeno que está prohibido legalmente.
Conocido también como amianto, fue prohibido mucho antes en el mundo pero en Argentina lo está desde hace ya un cuarto de siglo. Sin embargo, persiste en muchos edificios, estructuras, medios de transporte en los que, a pesar de las denuncias por las patologías que genera, se sigue priorizando el rédito y el costo que implicaría su retiro que las vidas humanas que se siguen perdiendo. En este momento, hay 114 trabajadores con algún tipo de afectación provocada por el asbesto y hay –según denuncia la asociación gremial “2179 que se encuentran bajo vigilancia médica por trabajar en un ambiente con este material cancerígeno”.
Walter Berhovet murió por asbesto pero también por la desidia y la responsabilidad empresarial y del Gobierno de la Ciudad.
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