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Trabajadores y pasajeros en peligro
Los trabadores del subte, a pesar del miedo y la impotencia, siguen empuñando la solidaridad como un arma caliente. Hoy hubo paro en todas las líneas, porque EMOVA/Metrovías, SBASE y el Gobierno de la Ciudad, eligen desoír sus reclamos para que retiren el asbesto. Se trata de la salud. De los trabajadores y de los usuarios.
Por Martina Kaniuka
(APe).- “Paro en el subte” titulan hoy los medios del Círculo Rojo, ejerciendo la complicidad con EMOVA, que paga el silencio y la pauta mientras multiplica sus arcas y el asbesto en los cuerpos de sus trabajadores. Entre las 05.30 y las 23.30 horas, son casi cinco mil los trabajadores y trabajadoras que bajo tierra -en una tarea de por sí insalubre – pelean cada jornada contra varios enemigos: uno invisible, indestructible, ignífugo, irrompible, cuasi eterno y más fino que quinientos cabellos, con la letalidad suficiente para perforar los pulmones, después de ingresar flotando al inhalarlo respirando por la nariz. El asbesto.
Los otros son visibles, tienen varios nombres, tamaños y dimensiones en la esfera social y son sinónimos que el capital encontró para metamorfosear y seguir creciendo, mientras con el dedo acusador y el ojo estrábico de la (in)justicia decide qué trabajador, qué trabajadora viven y cuáles no; qué pasajero, pasajera enferma y cuáles no. Son Metrovías/Emova, SBASE y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, responsables deeste silentecalvario, que expone a sus trabajadores y a los más de 900.000 pasajeros que usan el subte por día, a la incertidumbre del cáncer y la muerte.
“Material cancerígeno en la red. Estamos peleando para que lo retiren. Tres compañeros fallecidos. 90 afectados. Todos en peligro”. El que grita es Claudio DelleCarbonara, vocal y miembro del Sindicato del Subte (AGTSyP) que, desde el año 2008, ganó la personería del gremio, antes nucleado en la UTA, hoy también cómplice de la persecución a quienes luchan por su salud y que ven perjudicado su salario por los descuentos de hasta veintiocho días al adherir algunas horas a las medidas de fuerza.
El pasaje también está preocupado: además de los tres trabajadores que han muerto y los 90 afectados, una pasajera fue reconocida como afectada en el Amparo Ambiental que tramita en la Justicia, que ya se expidió: “ha quedado demostrado que la exposición al asbesto es determinante de riesgo y que su presencia puede ocasionar un grave daño ambiental y a la salud, independientemente de las concentraciones existentes”.
Sobre esas bases, el tribunal determinó que “se advierte que el gobierno no ha logrado demostrar que la creación de la comisión y el programa elaborado (para la desasbestización de la línea) resulten suficientes para dejar sin efecto la tutela preventiva concedida en la instancia de grado”.
Los vagones contaminados fueron comprados al Metro de Madrid, que – denunciado por sus obreros – descartó las formaciones que arribaron a las estaciones de la Ciudad de Buenos Aires entre el 2011/12.
EMOVA/Metrovías - del Grupo Roggio, prestador de servicios de infraestructura al extractivismo, SBASE – organismo de contralor de la concesionaria, a esta altura casi anagrama de asbesto - y el Gobierno de la Ciudad compraron las formaciones que, en los manuales, mencionaban la presencia del componente.
Más de una década después, mientras desde el 2019 demanda una compensación económica por 15 millones de euros por la venta de trenes con asbesto, con noventa trabajadores enfermos y tres trabajadores fallecidos (Jorge Bisquert, que se desempeñaba en Subestaciones, Juan Carlos Palmisciano – que estaba jubilado como trabajador de la Línea A y su caso está en proceso de reconocimiento por la Superintendencia de Riesgos de Trabajo – y Jorge Gabriel Pacci, Peón general en el Taller Rancagua y Auxiliar de estaciones en la Línea B), con la justicia expedida sobre el Amparo Ambiental, con el asbesto prohibido por ley desde el año 2003 en nuestro país, con la Resolución 295/03 del Ministerio de Trabajo estableciendo que la exposición al asbesto es determinante de riesgo y que su presencia puede ocasionar un grave daño ambiental y a la salud, independientemente de las concentraciones existentes… la empresa sigue negando la presencia de asbesto en el subte.
Con la (des)información, el silencio, la complicidad, la corrupción, y el desinterés como modus operandi y la falta de protección de la vida de los trabajadores -y los pasajeros- como estrategia, especulando con el resultado electoral, EMOVA/Metrovías, SBASE y el Gobierno de la Ciudad desoyen los pedidos de desasbestización de la línea, reducción de la jornada laboral y la exposición al mineral y seguimiento y vigilancia médica de todos los trabajadores, incluso los ya jubilados.
Entre los trabajadores hay miedo e impotencia: las fibras desprendidas se pegan a la ropa y los acompañan a sus casas. En sus hogares la cotidianidad se tornó una película cruel donde un estornudo o algo de tos pueden ser sinónimos de una enfermedad terminal o del contagio a alguno de sus pequeños hijos. ¿Cómo crecen esas infancias pensando esa pregunta que todos evadimos como posibilidad constante? ¿Cómo vive esa familia con la amenaza de la pérdida asomando?
Pero, a pesar de la impotencia y el miedo, los trabajadores todavía empuñan la solidaridad como un arma caliente y hoy, ante la negligencia y la avaricia patronal, la indiferencia del gobierno y de las instituciones de la justicia, volvieron a la lucha.
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