Si no hay recuerdo, por ejemplo, el recuerdo de la identidad verdadera, doy dos pasitos y me pierdo. Termino durmiendo y creciendo con el enemigo. Pero la tragedia es que, a pesar de que yo me acuerde, el país no se acuerda. A las historias de las y los desaparecidos por la trata el país no las recuerda.