Hablan y hablan de cosas que no han vivido. Ni hambre, ni frío, ni implacables intemperies. Explican cómo resolver los problemas de los otros y otras, pero no los padecen. Ni los entienden. Creen que el hambre es un porcentaje, es ganas de comer, es soñar con un mega bacon, pero el hambre es un cuchillo en las tripas.