Y la infancia no aparece en los discursos. Ni en las perspectivas de amanecer que son tan mezquinas. No aparece en las campañas ni en el reparto del ajuste propio, el que el mismo gobierno acorralado por un acreedor que podría haberse neutralizado con coraje, asume como costo a pagar: la dignidad y la felicidad de las madres y los padres de los 7 de cada 10 niños pobres.