Lautaro, víctima en una Mar del Plata sin felicidad

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Por Claudia Rafael

(APe).- Lautaro Gómez se llamará la canchita en el barrio La Herradura allí donde hace apenas un manojo de días los vecinos incendiaron tres casas. La de Nahuel Juárez, de 24 años, que se entregó poco después como presunto autor del crimen de Lautaro, de 16; la del hermano de Nahuel y otra en la que los pobladores del lugar creen que se comercializa droga.

Unas pocas manzanas abarca el barrio que no lleva ese nombre por puro azar. Es el resultado de una toma de tierras de hace algunas décadas en donde supo alzarse el viejo hipódromo de Mar del Plata, en tierras que habían pasado a ser propiedad fiscal. De eso transcurrió ya mucho tiempo y pocos recuerdan esa parte de la historia. Pero quedó el nombre como testimonio irrefutable.

El detrás de escena

El crimen de Lautaro hizo estallar toda la conflictividad en apenas unas horas. El chico de 16 años era padre de una bebé de seis meses. La reconstrucción posterior da cuenta de un mundo oscuro detrás de esa muerte profundamente injusta. Un violento robo e historias ligadas al consumo y al narcomenudeo.

“Estábamos en mi casa y a la una, unos minutos más, sonó el teléfono y era la mujer de mi hermano. Llamaba y decía que los estaban asaltando”, relata Sebastián Gómez al diario La Capital, de la ciudad. “Dejamos el teléfono –agrega- prendido sobre la cama, sin cortar y nos pusimos las zapatillas. Salimos corriendo para ver si agarrábamos a alguien”. Y en el camino, uno de los dos asaltantes asesinó a Lautaro de un balazo en la cabeza y a Sebastián le disparó y sólo se salvó porque la bala se trabó y recibió entonces una andanada de golpes. 

Ningún barrio, ninguna ciudad, llega a los entramados de la violencia y las drogas por generación espontánea. A poco de haber publicado su nuevo libro “De narcos y policías”, el sociólogo Javier Auyero analiza en entrevista con La Nación que “la violencia que se sufre en los márgenes no es propia de los sectores populares sino que, en buena medida, es el Estado el que la está produciendo. El Estado, que supuestamente tiene que proteger a los sectores más vulnerables, es parte central de la producción de la violencia que los afecta. No estoy hablando de cuestiones de filosofía política sino de la propia materialidad de la violencia: la gente se mata con las balas que el Estado les vende; los transas resuelven sus disputas con otros transas con armas y balas prestadas, alquiladas o compradas a agentes del Estado. Hay circulación de bienes materiales, de información y de asesoramiento: cuándo tienen que operar contra un competidor, cuándo lo tienen que eliminar. Ahí hay toda una serie de manipulaciones burocráticas en las que esas relaciones clandestinas influyen en lo que hace el Estado para tratar de encarcelar a alguien o lentificar ciertos procesos judiciales. Todo eso está mediado por agentes del Estado”.

Del fifty fifty al desencanto

Marcelo Cano pertenece a la organización 30.000 Mariposas y pincela, en diálogo con APe, ese lienzo que refleja la periferia marplatense. “Son barrios olvidados por el Estado que sólo aparece bajo la forma de la represión policial o de la liberación de zonas”, cuenta sobre esa porción de la que supo ser identificada como “la ciudad feliz” en aquel otro país forjado a fuerza de trabajo. Aquel en el que, a inicios de los años 50, “el 53 por ciento del Producto Bruto Interno, la famosa torta que construyen los trabajadores y gran parte se quedan los empresarios, correspondía al sector laboral”. 

Hacia 1974, “en ese año de convulsión política y donde cada paso implicaba fervor, la actividad industrial y la participación de los asalariados en la economía fueron los más altos de su historia (el célebre y lejano “fifty – fifty”) y las tasas de desempleo y desigualdad fueron las más bajas de esta crónica de desencanto”. 

Muy lejos está hoy Argentina de aquel rompecabezas. Mar del Plata más aún. Las cifras propias de la ciudad balnearia en esta etapa pandémica de la historia dan cuenta de un salto de la indigencia, de la pobreza y de la desocupación. Ate advierte que “General Pueyrredon pasó del 26,9% de pobreza en el segundo semestre de 2016 al 41% en el mismo período de 2020, lo que lo convierte en el tercer distrito más pobre de la Provincia, después del aglomerado del conurbano bonaerense (51,1%) y el de San Nicolás-Villa Constitución (43,6%)”. Y que “la indigencia trepó del 5,8% en 2016 al 10,8% a fines del año pasado en la ciudad, sólo superada por los partidos del Gran Buenos Aires (15,2%)”.

La pesca y la construcción se alzaban como íconos de la clase obrera marplatense. Hoy son símbolos de un pasado que quedó arrinconado a pocos sectores. Y las changas reemplazan a gran parte del trabajo formal. En ese mundo duro y complejo se mueven muchos de quienes habitan en el barrio La Herradura.

“Estuvimos casi diez años sin agua potable, con poca luz, con muchas cuadras de distancia para tomar un colectivo y con la incertidumbre de si seguir construyendo o no nuestras casas”, reflejaba un vecino de la barriada hace unos cuatro años. 

Pala y pico

A días del crimen de Lautaro, su familia recibió amenazas. Dice Marcelo Cano: “El análisis que hacemos es que, de alguna manera, los transas sintieron tocada su tranquilidad con la quema de las casas”. Y dio cuenta del proceso social que se vive puertas adentro de la barriada. “Hicimos una asamblea y estaba todo muy dividido. Una parte pedía más protección policial. Y otros planteábamos que había quedado muy claro el rol de la policía, protegiendo la casa de quien se cree es el asesino de Lautaro y que lo mejor era la organización barrial y colectiva. Por suerte, se impuso esta última postura”.

Historias como la de Lautaro desnudan la crónica de un país hundido en la inequidad y de una sociedad, como la marplatense, que en el último tiempo duplicó la tasa de desocupación promedio a nivel nacional y, con un 26%, lideró el ranking de aglomerados, según un estudio de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

Auyero advierte que “en la Argentina tenemos a un sector del Estado participando de esto (venta de drogas y de mercadería ilegal) ofreciendo protección por un lado, condena por el otro, haciendo decomisos con helicópteros y grandes despliegues policiales mientras en la casa de al lado sigue el negocio como si nada, con la participación de esos mismos policías”.

Este próximo domingo, pala y pico mediante, los vecinos organizados empezarán a diseñar una canchita de fútbol con la férrea determinación de pelearle territorio a la droga, de arrebatarle pibes a la inequidad, de construir colectivamente la utopía de clavar “los ojos más allá de la infamia para adivinar otro mundo posible”, como escribía Galeano. Un mundo en el que “los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados porque ellos se desesperaron de tanto esperar y ellos se perdieron por tanto buscar”.

Fotos: 0223.com.ar y quedigital.com.ar

Edición: 4354

 


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