Una marcha, todas las marchas

Un abuelo, un nieto y la marcha del martes. El participó de la alegría de esa marcha, porque sintió que fue una batalla cultural ganada de una guerra cultural de final incierto. Sin embargo, sintió que lo que empieza con el hambre termina con el libro. Todas las hambres el hambre. Hay hambre de comida, pero hay otras hambres. Y todo comenzó con una historia.

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Por Alfredo Grande

(APe).- Cuando el abuelo regresó, su nieto de 6 años salió a recibirlo. Lo notó cansado, pero con una gran sonrisa como hacía tiempo no tenía.

-De donde venís abuelo?

-En realidad, no sé –contestó-. Desde un lugar lejano en el tiempo.

-No entiendo nada- respondió asombrado el nieto.

Yo tampoco- contestó el abuelo. Tuve una hermosa sensación. Estaba rodeado de jóvenes, trabajadores, estudiantes. Había mucha gente de mi edad. En realidad, de todas las edades.

El niño preguntó:

-¿Abuelo, por qué marchaban?

-Porque la Universidad…

De pronto se calló. Su mirada empezó a nublarse. Hubo un silencio espeso, casi un silencio senil.

-Abuelo, no me contestaste.

El abuelo lo acarició.

-Solamente estaba pensando en lo que me preguntaste. El porqué es la pregunta más importante. Y la otra es el para qué.  El nieto insistió.

-Dale abuelo, contame, decime, vos que sabés de todo. El abuelo sonrió.

 -Aunque sepa de todo, el todo cambia siempre. El nieto asintió.

-Claro, claro, entiendo, abuelo.

El abuelo lo acarició. Hacía años que el mejor interlocutor del abuelo era su nieto de 6 años. Los hijos lo escuchaban resignados y habitualmente estaban en otra cosa. Ya no le quedaban amigos. Algunos porque habían muerto y otros porque habían muerto para cualquier lucha emancipadora. En verdad, el abuelo ya no tenía demasiado claro qué era eso de una lucha emancipadora. Incluso no sabía si alguna vez lo había tenido claro. Siempre pensó que era mejor equivocarse con lo justo que acertar con lo injusto.

Pero con los años, con las décadas, sentía -porque ya casi no pensaba- que se había equivocado demasiado. Participó de la alegria de esa marcha, porque sintió que fue una batalla cultural ganada de una guerra cultural de final incierto. Y terrible.

Le gustaba que su nieto le preguntara, porque ya nadie le preguntaba nada. A veces no le gustaba tanto no tener respuestas. Pero gracias a la pregunta del nieto se dio cuenta de que en esa marcha sintió una incomodidad. Alguna vez recordó decir que todo lo reactivo es masivo pero efímero. O, dicho de otra manera, con esos rebusques semánticos de tiempos pasados, que de todas maneras dejaba huellas, que lo instituyente es rápidamente capturado por lo instituido. La derecha lo sabe en sus permanentes políticas de desgaste.

Dificil diferenciar lo reactivo de lo fundante. Dificil, pero posible. Para el abuelo ya no era posible, pero a veces hablando con su nieto volvía a sentir que no era tan dificil.

De pronto el abuelo tuvo una idea, de las pocas que tenía últimamente. Lo que empieza con el hambre termina con el libro. Todas las hambres el hambre. Hay hambre de comida, pero hay otras hambres. ¿Tiene sentido hacer un ranking de cualquier mide más?

El abuelo se acercó al nieto y le dijo:

-Querés que te cuente una historia?

El nieto sonrió:

-¡¡Sí, sí, sí, dale!!

Por un milagro, el nieto dejó el joystick de la Play. El abuelo sonrió.

-En un tiempo mejor, los chicos como vos también marchaban. Se llamaban los chicos del pueblo. El nieto pegó un salto en el sillón.

-Yo quiero marchar con los chicos del pueblo. ¡Dale Abu, llevame!!

-Ojalá pudiera, nada me haría más feliz. Por ahora no puedo. Pero seguramente volverán a marchar.

-Quiero ir con vos a esa marcha abuelo. ¡Dale!!!

El abuelo apenas sonrió. Empezó en su memoria a borronear recuerdos. Volvió a divertirse y a discutir con el gigante Alberto Morlachetti. Y volvió a sonreír.

-Abuelo vamos a marchar. Ahora, por toda la casa-. El nieto lo agarró de la mano.

-¿Qué cantamos abuelo?

-Mejor decí vos. ¿Qué se te ocurre?

-Bueno, como dijiste, el pueblo son los chicos.

El abuelo sonrió:

-Yo dije los chicos del pueblo.

– Ah entonces no.

-Entonces sí!

-Se tomaron de la mano y a los gritos marcharon por toda la casa. El pueblo son los chicos. ¡El pueblo son los chicos!   

Una marcha. Todas las marchas.


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