El mismo Bermejo que les da de comer, hoy los aísla del mundo y los arremolina en la oleada indiferente que los separa de la civilización. Del otro lado, los caminos no se anegan, las casas no se pudren, llegan todos los servicios y los ciudadanos pueden dormir con los dos ojos cerrados. La realidad desesperante de las comunidades y la solidaridad que no permea en los funcionarios.