Por Claudia Rafael (APe).- Picó contra la tierra agreste y polvorienta, afinó la puntería y le pegó. Jamás lo hubiera imaginado. Ahogó el grito primero y sostuvo la mirada tratando de entender. La pelota trascendió todo trazado y siguió un recorrido imposible de calcular. Sus ojos se vieron obligados, en silencio, a decirle adiós.