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Por Alfredo Grande
(APe).- Hablar de cultura represora no es solamente hablar de la represión. En la etapa actual, que algunos llaman posverdad, el principal objetivo de la cultura represora es la desmentida de su condición de represora. O sea: reprimir que reprime. Y encubrir esta operación semiótica y política con eufemismos, falacias, frivolidades, lugares comunes. Mucho de esto anticipó el talento de George Orwell cuando describió el “doble pensar” y el “neo habla”.
Durán Barba es un cadete al lado de las políticas de comunicación del Gran Hermano. En los primeros tiempos del macrismo, acuñé el siguiente aforismo implicado: “pobreza cero – riqueza diez”. De todos modos, debo reconocer que todos los que disfrutamos a Mister Chasman, no pudimos anticipar que nos iba a gobernar Chirolita. La cultura represora no solamente admite, sino que garantiza que haya privilegiados. Lo que no tolera es que sean las niñas y los niños.
El macabro talento del Turco de los llanos, lo anticipó: los chicos ricos que tienen tristeza. Disneyworld mediante, seguro ahora tienen menos tristeza. Los chicos pobres que tienen hambre, inflación mediante, ahora tienen más hambre. Y tienen hambre de comida. Pero lo insoportable que debemos soportar es que tienen hambre de niñez. De esa niñez que siempre fue alegría, picardía, juego, ternura, amor, ingenuidad, ilusión, seguridad, abrazo y comida.
Dirán que idealizo. Dicen cosas peores. Pero cuando yo era niño, y no hace tanto, había niños ricos, menos ricos, pobres, y más pobres. Pero no recuerdo en toda mi primaria un niño indigente. Quizá uno. Me acuerdo hasta de su apellido. Era el único que tenía un guardapolvo blanco de color gris y en vez de almidón, mugre. Yo era su amigo. Le ponía plata en el bolsillo y el hacía como que se sorprendía y yo hacía como que no sabía.
En esos tiempos, nadie hubiera aventurado que un 50% de niñas y niños sería pobre, indigente, tendría hambre de comida, de cuidados, de ternura, y reitero, hambre de niñez. La cultura represora quiere exterminar revolucionarios, pero lo que realmente quiere es exterminar la institución de la revolución. Le importa Maduro, pero más le importa la revolución bolivariana y el socialismo del siglo XXI. Y de cualquier siglo también.
En esa época, los únicos privilegiados eran los niños. Y lo eran, aunque no fueran los únicos. Muchos funcionarios también lo eran. Pero los funcionarios pasan…y los niños y niñas quedan. Siempre habrá niños y niñas entre nosotros. Más del 50% están siendo s0metidos a la privilegiada tortura del hambre. Privilegiada porque es una tortura donde no se da (electricidad, fuego, agua, flagelaciones, fracturas de huesos, amputación de miembros). Es una tortura donde se quita. Se escamotea. Se oculta. Se esconde. No hay pan para hoy y hay hambre para mañana. Y pasado mañana.
Privilegiada tortura, porque el hambre duele. El frío duele. El calor duele. Todo duele cuando ya no hay cuerpo ni alma que aguante. Esas niñas y niños extirpados de su niñez llegan a ser jóvenes extirpados de su adolescencia. Entonces los funcionarios de turno completo, full time para todas las armas de destrucción masiva, resuelven bajar la edad de imputabilidad. Ensayo que Daniel el Tibio ya intentara. Y construir cárceles modelo para los jóvenes que no son modelo. Y como la cultura represora desmiente su condición, la inauguran como si fuera una escuela técnica, de artes y oficios, una politécnica.
“Aunque la presentación del nuevo Código Penal está frenada, el proyecto de reforma al sistema penal juvenil en el que viene trabajando el Gobierno desde el año pasado, y que propone bajar la edad de imputabilidad, sigue siendo una de las grandes promesas. Si bien todavía no hay una fecha para su tratamiento en el Congreso, en el Ministerio de Justicia dicen por lo bajo que intentarán que llegue allí antes de fin de año. Pero todavía no hay nada definido”. Versión oficial de “Felices los Jóvenes”.
Como ya dije: son criminales de paz. Y así deberán ser juzgados. Solamente la historia de los cínicos y cobardes podrá absolverlos. Quizá lo logren. La complicidad es transgeneracional. Tal vez nuestro único privilegio sea sostener la convicción militante y revolucionaria de que la tortilla se vuelva. Entonces los pobres comerán el pan, porque ya no habrá ricos que lo acumulen. Y las privilegiadas torturas serán extinguidas. No sé si en los cielos, pero si en nuestra tierra.
Pintura: Antonio Berni
Edición: 3815
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