Qué me van a hablar de presos políticos

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Por Alfredo Grande
(APe).- Ya sé que lo dijiste Patricio: todo preso es político. Y lo cantaste. Y lo cantamos. Si esta cárcel sigue así/Todo preso es político /Un común va a pestañear /Si tu preso es político /El ascensor ya sube /Tu confesión ya sube /Obligados a escapar /Somos presos políticos Reos de la propiedad /Los esclavos políticos. Nos hablan de presos políticos cuando aquel que liberó a los presos por luchar contra la dictadura de Onganía, Levingston y Lanusse, fue echado del gobierno nacional y popular porque quería investigar al vicepresidente.

Y después de la (contra) Revolución Argentina, vino la Alianza Anticomunista también Argentina, y el Proceso de Reorganización (anti) Nacional y los presos políticos fueron secuestrados, desaparecidos, torturados, masacrados, asesinados en forma cobarde, porque luchaban por la patria socialista. Y firmaron el acta de exterminio de la guerrilla y de los guerrilleros. Las ideas que no se matan, aunque se maten a los que tienen ciertas ideas.

Los presos políticos desaparecidos, no eran funcionarios ni funcionarias más o menos corrompidos. Ni habían copulado con el demonio liberal que un militante cineasta bautizó como “la comadreja de los llanos”. Es cierto, Patricio. Todos los presos son políticos, pero algunos presos son más políticos que otros. Cuando las políticas son la rebeldía, la transformación, el enfrentamiento con las clases dominantes, las revoluciones permanentes o por etapas, esos presos son los más políticos de todos.

Hoy la denominación preso político es un cambalache donde la biblia, o el libro rojo, sigue llorando junto a un calefón, o un oxidado cañón. Donde responsables de masacres ferroviarias se diluyen en las listas de víctimas del law fare y el espionaje de estado. Qué me van a hablar de presos políticos cuando las denuncias por enriquecimiento ilícito fueron archivadas directa y obsecuentemente, porque involucraban a la presidencia del doble comando.

En el cambalache de los presos políticos de hoy, se insulta, se prostituye, se denigra lo heroico de los presos políticos de ayer. Ninguno de los que cacarea en los listados de presos políticos estuvo ni cerca, ni lejos, de la masacre de Trelew, ni de ninguna forma de la clandestinidad, pero transitaron las oscuras rutas del dinero. Nada saben de combatir al poder real. Más bien la lista está nutrida de los hijos e hijas, hermanos, hermanas, nietos, choznos, de los dueños del poder. Sea lo que sea el poder, que no sabemos que es, pero si sabemos y sufrimos los efectos de ese poder.

Qué me van a hablar de presos políticos, cuando más de la mitad de nuestro pueblo es un preso y una presa social y económica. ¿O acaso el hambre no es la cárcel donde están cumpliendo condena perpetua nuestros niñes? ¿O acaso la desocupación no es una cárcel sin barrotes para los cientos de miles de trabajadores que están con sentencia firme de miseria, desnutrición, desesperación y enloquecimiento? ¿O acaso el maltrato, la crueldad de género, la trata de personas, los crematorios sexuales, no son una cárcel para mujeres, niñas y niños? ¿O acaso no es una cárcel el endeudamiento crónico, la inflación que actúa como guillotina de los ingresos, las relaciones laborales mediatizadas por aplicaciones, el tele trabajo que entrega como ofrenda a los dioses los propios medios de producción de trabajadores? ¿O acaso no es una cárcel que poblaciones enteras estén sometidas al desmonte, a la falta de agua, al sobrante de pestes, al exterminio por goteo y por chorro?

¿O acaso no es una cárcel el transporte público, donde con o sin ASPO, DISPO, ASCO, las masas de la realidad real, no la publicitaria, tienen que aguantar con más resignación que ganado al matadero, que los lleven con la rapidez necesaria para no perder el presentismo, alguna bonificación no remunerativa, alguna limosna para llegar al día 15 con cierta dignidad? ¿O acaso no es una cárcel el cartoneo, prisioneros del destartalado carrito, amarrados a los que por precio vil les compran el producto de su travesía de la penuria?

Tenemos más de veinte millones de presos económicos y sociales, encerrados en diferentes cárceles por nefastas políticas económicas y sociales, de todos los malos y de los que tienen como identidad autopercibida el ser bueno a pesar de que terminan pagando los endeudamientos de los que llaman los malos. Qué me van a hablar de presos políticos, cuando la política fundante, la política de transformación, la política de la rebelión, la política de la revolución fue vendida por poco más de 30 dineros y algo más de 15 bitcoins. Y ahora sólo nos queda elegir entre el fascismo de consorcio y el retroprogresismo.

¿O acaso no es una cárcel esa grieta berreta, grotesca, más cerca de titanes en el ring que de una pelea de box entre pesos pesados, cuya única finalidad es mantener la distracción y el entretenimiento para que nadie piense ni actúe ni sostenga la lucha de clases?

Qué me van hablar de presos políticos cuando los que llenan solicitadas son gerenciadores privilegiados de los poderes de turno, felones de toda felonía, hienas que muerden la carroña de la selva capitalista, porque ya ni se animan a mencionar la teoría del derrame. Los presos económicos y sociales son los verdaderos presos políticos. Y cumplen condena firme desde el año 1990 cuando doña Rosa aplaudió el saqueo que vino disfrazado con el aluvión de los importados de Troya. Y tuvo su estreno el alucinatorio político social que nos ubicaba en el primer mundo y en viajes a la estratósfera.

Los presos económicos y sociales están obligados a una carrera de la muerte para pagar la estafa externa. Y condenados a escuchar los aplausos con que los empresarios estafadores y contrabandistas aplauden de pie a otro pagador serial. Seguirán asesinando el presente para extirpar toda idea de futuro. Tan sólo nos quedará el pasado en el cual hay mucho para recordar. Y construir un presente distópico donde volveremos a pedir y a luchar por lo imposible.

¿O acaso no es una cárcel la tristeza, la frustración, la bronca, el insomnio, el desgarro de lo que pudo haber sido, pero ya nunca será, la convicción que predicar con el ejemplo es pura vanidad de predicador, la aterradora idea de que fuimos más cobardes de lo esperable y menos valientes de lo necesario?

En la salida semanal de mi propia prisión, me permito citar al poeta Calderón de la Barca, que me presta su poesía sin barrotes.

“Yo sueño que estoy aquí, de estas prisiones cargado; y soñé que en otro estado más lisonjero viví ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.

La revolución será eterna mientras sigamos soñando con nuestra revolución.

Edición: 4267

 


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