Alen, sangre y luto

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Por Carlos Del Frade
     (APe).- Lo que es adentro, es afuera. Los días lunes 23 y martes 24 de marzo de 2020, cinco personas murieron en medio de levantamientos de presos en los penales de Coronda y Las Flores, en la provincia de Santa Fe. En medio de la pandemia del coronavirus, los presos, hacinados y mal alimentados, no tienen acceso al agua y están lejos de poder cumplir con el aislamiento obligatorio, preventivo y social.

La mayoría de la población carcelaria, en Santa Fe y la Argentina en general, proviene de los sectores históricamente saqueados.
Desde esos lugares en los mapas donde es difícil conseguir agua. Por algo hay un millón doscientos mil personas que no tienen acceso al agua en sus casas.

Una de las cinco personas asesinadas era Alen Matías Miguel Montenegro, de solamente veintitrés años, barrabrava de Colón. Lo mataron de un tiro. Alguien le apuntó porque así le dijeron que lo hiciera.

Ser de Colón es formar parte de una identidad colectiva que no hace mucho conmovió a todo el país futbolero con una movilización de cuarenta mil personas hasta el Paraguay para disputar la final de la Copa Sudamericana.
Ser de Colón es tener conciencia de un pueblo sufrido, sabalero y que vibra al ritmo de “Los Palmeras”, cuando cantan “aé, aé, yo soy sabalero”.

Alen, entonces, llegó a ser, con solamente veintitrés años, uno de los posibles líderes de la barra brava de ese sentimiento colectivo.
Decían que Alen sería el sucesor del jefe de la barra, Juan Abel “Quique” Leiva, condenado a 30 años por el asesinato de Walter Montaner.
Porque detrás del sentimiento hay enormes negocios que continúan en cualquier lugar.

Lo que es adentro es afuera.

El reclamo de los presos era claro: salud, cuidados, comida y mejor trato.

Cuando les dijeron que había destinado dos pabellones para atender a los que pudieran ser infectados por el coronavirus, muchos sintieron que se convertirían en depósitos de muertos.

Las visitas se habían cortado y tampoco ingresaban las drogas que consumen desde hace años. Días después de los cinco muertos, la Dirección de Sanidad del Servicio Penitenciario de la provincia de Santa Fe admitió que “la merma del ingreso de drogas a las cárceles alimenta la violencia interna”.

Hay mil personas más en los penales santafesinos, dicen las voces oficiales.

El hacinamiento es tan palpable como la falta de cuidados mínimos.

El caso de Alen, en medio de esa protesta por mejores condiciones de detención, sin embargo, muestra otra arista de la vida de miles de pibas y pibes en la provincia de Santa Fe y la Argentina.

La pelea por los territorios y el poder sobre los mismos, se da en las calles santafesinas y también sus cárceles.

Una de las ideas que fluyeron en forma paralela a videos de terror es que detrás del legítimo reclamo por atención sanitaria, comida y excarcelaciones, existió un plan para dejar de lado a los opositores a la conducción histórica de la barra sabalera.

Y una línea aún más rebuscada pero que llegó a muchas personas es que también hubo un grupo de personas que intentaron llegar al pabellón de los presos de mayor peligrosidad donde están los líderes de la banda de Los Monos, entre otros.
Alen, en todo caso, vivió y murió muy rápido.

Su pasión por los colores rojinegros lo llevó a acercarse al seductor show de la tribuna donde “Los de siempre”, como se autodenomina la barra.

Después apareció el segundo plano. La vida cotidiana de los que conforman esas barras. La necesidad de vivir seis días cuando no hay fútbol.

Ahí, en la cancha grande de la realidad santafesina, Alen encontró otros valores, otros códigos y la vida se le piantó muy antes de tiempo, como tantas pibas, como tantos pibes.

Porque después del fuego y las cinco muertes, tanto en Coronda como en Las Flores, queda claro que lo pasa adentro, pasa afuera.

Edición: 3967

 


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