El siniestro inquilino

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Por Alfredo Grande
(APe).- Gobernar es alquilar un poco. Rara mezcla de administrador, locador, recaudador, encubridor de conflicto de intereses y tráfico de influencias, maquillador de todos los robos para la corona y otros delitos para otras coronas, chirolita del imperialismo ventrílocuo, siempre a dios rogando y con el gatillo fácil dando, fabricante de auto préstamos con dinero ajeno para acumular patrimonio propio. Y otras cosas que a estas horas y a estos años me olvido. Olvido que no es neutral porque los recuerdos me hacen mal.

Murió el poeta combatiente que nunca encontró a su nieta hace 6 años. Y creo que cuando muere un combatiente, algo del combate muere con él. Y no siempre son posibles las ceremonias de resucitación que en su antropología teatral poética propone Vicente Zito Lema. Si la yerba mala nunca muere, la yerba buena no siempre nace. Parafraseando a Marx, escribí que el peso de las generaciones vivas también oprime nuestros cerebros. Generaciones de víctimas y generaciones de victimarios.

Pero estos tiempos del posmodernismo tardío no son funcionales a las escenas de fascismo explícito. Por eso nos sacuden tanto los genocidios en Chile, Bolivia, Haití. Cuánto tiempo nos conmueven es otro cantar. La saturación de la imagen y la palabra inocula el veneno de la parálisis y la anestesia.- No hay antídoto. Otra grieta es y seguirá siendo entre autistas y zombis. Confío en ampliar estas ideas próximamente, antes que el veneno me alcance. Ya que, “humano soy y nada de lo humano me es ajeno”. Pero en el crisol de razas, en el granero del mundo, en la tierra prometida, en la Europa de Latinoamérica, o sea, en la Argentina, hemos inventado el dulce de leche, la birome, el colectivo, no estoy seguro si el mate con bombilla, descubrimos que Gardel cada día canta mejor y que estamos condenados al éxito, aunque pareciera ser que la condena está en suspenso.

Nuestro último invento es el inquilino siniestro. Alquila ofreciendo un horizonte prometedor a los verdaderos propietarios, que ya están inoculados con el veneno de que todo intento autogestionario es imposible y además, ridículo. Y es sabido que se vuelve de todo, incluso de alguna alianza partidaria extravagante, pero no se vuelve del ridículo. Y entonces cuando el voto consagra la alquimia de la representatividad, el inquilino tiene un brote delirante y se cree que es propietario. Con derecho, incluso con el deber de hacer lo que literalmente se le antoja. Con el agregado que lo que se le antoja es arrasar con lo bueno, enarbolar lo malo e idealizar lo pésimo. Tendrá que convencernos que agua podrida es agua bendita. Y lo terrible es que tendrá éxito.

También dicen que la pedofilia es un acto de amor.

Ese inquilino tendrá un plazo mínimo de 4 años para llevarse desde los azulejos del baño, las cañerías, todos los artefactos domésticos, incluyendo perro y marido, ahorros, y muy especialmente, tomará deudas a nombre de los propietarios, que tendrán que pagarles. Al lado de este inquilino, el Guasón es Piñón Fijo. Lo aterrador es que durante esos cuatro años habrá un coro más o menos permanente de detractores, reprochadores, críticos, acusadores, del inquilino voraz. Pero nadie, y digo nadie, osará en nombre de la sagrada institucionalidad, dar por concluido el contrato de inquilinato. Prefieren que se les devuelva un departamento devastado, a que funcione una clausula gatillo de interrupción anticipada de la función locativa por atentar contra la supervivencia de los verdaderos y anestesiados propietarios.

Cuando finalmente el inquilino se va, incluso puede ser abrazado, acariciado, alabado, aplaudido. No por las mayorías, pero al menos por primeras minorías poco silenciosas. Obviamente, la absoluta imposibilidad de habitar ese departamento destrozado, será reiteradamente adjudicado al inquilino saliente. Callando la inoperancia total en forzar su lanzamiento anticipado.

En fin: subordinación que es sometimiento al orden constitucional, sin el valor de subvertir la letra para defender la vida.

Antes de encontrarme con mis pesadillas nocturnas, solo diré que hay una parábola de la doble M. Menem Macri.

Hasta no entenderla, habrá más penas, más olvidos, más tristezas, más dolores. Y volveremos a leer al gordo Soriano y lo único que frenará nuestro llanto será la bronca y el odio ante tanto inquilino siniestro. Único antídoto contra la parálisis y la anestesia.

Espero tener una buena noche. Aunque no lo creo.

 

Edición: 3921

 


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