Apariencias

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Por Bernardo Penoucos

(APe).- El salón es espacioso y los 10 entramos cómodos. Desde allí, podemos ver el muro que se levanta y rodea toda la Unidad. Vemos la panadería del penal en la que los presos trabajan de sol a sol. También se distingue la carpintería abandonada, en la que tantos “microemprendedores” de afuera ingresaron a la cárcel con promesas de sueldos que nunca cumplieron. Y que, una vez realizada la producción por parte de los detenidos, se fueron con lo acumulado para no volver. También se observa, desde la puerta del aula, una cola de cuatro o cinco presos esperando su turno para hablar por teléfono.

El sonido ambiente se compone de muchas músicas que salen de los pabellones. A veces de interminables aplausos que caracterizan a los pabellones evangélicos. Y muchísimas veces, de los escopetazos en los patios cuando entra la guardia armada con perros y todo.

En este salón que usamos como aula en la carrera de Trabajo Social, rodeando una mesa en la que circula el mate muy dulce y el pan, hablamos de territorialidad y pertenencia. De identidades y espacialidades físicas. Cada estudiante preso cuenta los territorios que transitó, recuerdan nostalgiosos las plazas de los barrios y los murales de las esquinas. Pedro, detenido desde los 18 años, toma la palabra. Siempre toma la palabra. Y extiende una disculpa a sus compañeros por su elevado tono de voz, por palabras del lunfardo carcelario que todavía le pertenecen.

Pedro no habla, sino que relata, atestigua, cuenta con pausas, gestos y silencios exactos; por eso, cuando él inicia su “conversa” -término carcelario referido a la conversación- el resto abre los ojos y escucha entretenido. Pedro cuenta su historia por cuarta o quinta vez, pero cada vez que la cuenta pareciese que el cuento se enriquece, que hay más personajes, más olores y colores, que hay más historias en la misma historia. Cuenta su vida de ladrón y su vida en la villa, cuenta sus lágrimas encerradas cuando a los 15 o 16 años entró por primera vez a un Instituto. Cuenta la violencia que lo acompañaba y cuenta el amor que a veces le faltó; dice que lo angustia darse de cuenta de tantas cosas que antes creía naturales y que, ahora leyendo y descubriendo, comienza a problematizar. Se dice y se desdice, agradece el espacio educativo dentro del encierro pero también le duele pensarse desde otra perspectiva; dice y repite que ahora entiende todo, que se dio cuenta de que él no es un animal, que hay otras explicaciones múltiples para entender su historia que es tan parecida a las cientos de historias que laten en el encierro.

Entonces, mientras escucho, pienso: ¿Cuál de todos los Pedros es Pedro? ¿Cuál es su mejor versión? ¿Cómo se fue haciendo su cuerpo y su historia? ¿El es todas sus versiones? ¿El es, ésta, su última versión?

¿Pedro es quien afilaba una faca oxidada para defenderse mientras observaba, atónito, como 5 compañeros de pabellón violaban a otro que atado y tapado gritaba y suplicaba? ¿O Pedro es su barrio y su esquina, su revólver en la cintura y su dosis? ¿Pedro es el niño que jugaba a la pelota hasta que la luna naciera y decorara la villa entera? ¿O Pedro es ese pibe delincuente y violento que acumuló delito tras delito para pasar desde sus 16 años y hasta sus treinta y largos caminando intramuros y jugando a la rayuela con las sombras?

¿Quién es Pedro de todos ellos? ¿Es quien llora temblando y como niño en un rincón de su celda cuando la semana pasada le informaron que su padre murió como quien comparte el resultado de un partido? ¿O Pedro es la ira contenida y la rabia hecha violencia contra todos y contra cualquiera? ¿Quién es ese pibe encerrado que viene con sus carpetas bajo el brazo para cursar su terciario luego de haber terminado el secundario también encerrado? ¿Pedro es el animal que el sistema quería construir para darle de comer morbo y salarios a los agentes de seguridad? ¿O Pedro es algo mucho más que eso, porque pudo más que eso, porque luchó por eso y por mucho más?

¿Quién sos de todos esos Pedro?, le pregunto ayer en el medio de la clase de Trabajo Social.

Y Pedro hoy me responde:

“Soy esta última versión de mí, ésta es la que hoy elijo, ésta es la que quiero para siempre. Los Pedros de antes nunca serán olvidados, porque el dolor en el cuerpo no se va más, pero yo soy éste, en esta carrera, discutiendo sobre el funcionalismo y sobre el marxismo. Entendiendo, al final de todo y después de todo, que no somos animales, que hay una banda de explicaciones que nunca nadie nos dijo y que ahora las sabemos y que ahora entendemos. Yo soy este último, por este último lucho hoy”.

Edición: 3424


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