Y el Docke lloraba en las noches

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Por Oscar Taffetani

(APe).- Ahora que la protesta por la instalación de Botnia sobre el río Uruguay bajó su intensidad; ahora que se han calmado los espasmódicos movimientos del Gobierno para mostrar que de verdad quiere sanear el Riachuelo; ahora que la política -y las noticias- se han desviado hacia temas impactantes como la ola de calor y los cortes de energía, ahora queremos volver a mirar el paisaje detenido del Dock Sud, nuestro querido “Docke”, enfermo de muerte con sus viejos y sus niños, y con su río empetrolado en donde ya no quedan peces ni flores ni alegrías.

 

El Foro Ciudadano de Participación por la Justicia y los Derechos Humanos acaba de publicar un lapidario informe, elaborado por uno de sus observatorios, sobre Villa Inflamable y Dock Sud, un distrito industrial del partido de Avellaneda, provincia de Buenos Aires, habitado por casi 24 mil seres humanos.

Una empresa insignia (y las otras)

“El 9 de mayo de 1931 -dice el informe- Shell instala la primera refinería de la zona originándose los procesos industriales que liberan elementos contaminantes al ambiente. (...) A partir de entonces, en forma gradual, fueron asentándose otras refinerías y plantas de recepción de petróleo y derivados; hornos incineradores de residuos peligrosos; plantas de tratamiento, recepción y almacenaje de productos químicos; una central termoeléctrica e industrias de grasas, aceites y jabones...”

Aquel Polo iniciado por Shell en 1931 es hoy el mayor y el más contaminante del país. En sus 380 hectáreas concentra 42 empresas, 25 de las cuales son de alto riesgo ambiental.

La situación comenzó a agravarse en los ’90, cuando Shell decidió trasladar al Polo de Dock Sud una planta de coque altamente contaminante, que elimina en su proceso benceno y azufre. Las leyes holandesas la obligaron a desmontarla en su país de origen, y entonces decidió “exportarla”.

En el informe que comentamos se habla de los efectos del benceno en el organismo humano: problemas en los ojos y la piel, daños pulmonares, enfermedades en la sangre (por efecto tóxico del benceno sobre la medula ósea, que produce anemia, leucopenia y leucemia). Además, el benceno produce cáncer en forma de tumores, en distintos órganos. Finalmente, provoca alteraciones de la función reproductora, al originar cambios cromosomáticos y malformaciones congénitas.

Sin embargo, en Villa Inflamable, un barrio de inmigrantes, crecido en la periferia del Polo, la presencia de benceno es sólo una de las amenazas. De acuerdo con informes de organismos ambientales, hay presencia habitual, en ese barrio, de 17 gases tóxicos (tolueno, xileno y tetracloruro de carbono, entre ellos). También hay metales pesados como el plomo y el cromo, tanto en el agua como en los suelos.

De 144 chicos de Villa Inflamable que fueron sometidos a análisis recientemente, 57 presentaron un alto nivel de plomo en sangre. Eso significa retraso -irrecuperable- en su desarrollo físico e intelectual. La Municipalidad de Avellaneda hizo un traslado de emergencia, pero fue incompleto e inadecuado para el cuadro que se presentaba.

El estado de excepción (ambiental)

Del incumplimiento de las leyes ambientales bonaerenses, así como de los olvidos u omisiones de los funcionarios que deberían hacerlas cumplir, hablan los hechos, los simples, duros e inapelables hechos.

Además de las “iniciativas” contaminantes de Shell, la empresa Tri-Eco instaló en el Polo una planta incineradora de residuos patogénicos e industriales. Y en 1999 se tendieron cables de alta tensión que transportan 132 mil voltios a escasos diez metros de los depósitos de combustible.

¿Debemos esperar a que ocurra una catástrofe? se preguntaría un periodista puesto en papel de Ombudsman. Es lo que ya está ocurriendo -le contestaríamos- aunque por ausencia de llamas que iluminen el cielo, por falta de gritos, ambulancias y camillas con niños quemados, esta catástrofe no convoque a las cámaras de la televisión.

Haroldo Conti cantó en los ’70, desde una crónica, las “tristezas del vino de la costa”, ése vino que seguían elaborando, en la ribera de Sarandí, algunas obstinadas familias italianas. Pero hoy ya no hay vino en la costa ni rústicas alegrías en el Docke. Ya no hay esperanza para los niños criados a la vera del manso Riachuelo.

¿Qué es lo que hay? Que lo digan las pujantes empresas del Polo Petroquímico. Que lo expliquen sus voceros asalariados. Que lo escriban sus amanuenses.

Los luchadores del Docke, los que aún resisten, no gastarán una sola preciosa palabra de las que guardan en su memoria en hablar de estos tiempos oscuros.

 

Edición: 1180


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