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Por Carlos del Frade
(APE).- El gobierno nacional dice que los indicadores económicos muestran el crecimiento de la calidad de vida de todos los argentinos. Se entusiasman los funcionarios. Llegan a afirmar que la historia empieza a favorecer a los trabajadores. Para eso muestran cifras de mayor ocupación, descenso de la pobreza y aumento de salarios que logran los pocos que están en blanco.
Pero hay ciertos números, oficiales ellos también, que no gozan de los mimos del oficialismo.
Si algún curioso se mete en la página de la denominada Superintendencia de Riesgos de Trabajo se encontrará con los guarismos de 2003. Tienen la misma antigüedad del gobierno, de la actual administración nacional.
Extraños y misteriosos enigmas evitan que alguien se entere de los avisos de siniestros laborales en el país, en cada una de sus provincias. Es curioso lo que sucede con esta página oficial porque las demás tienen reactualizaciones casi cotidianas. No pasa lo mismo con los números que muestran el desprecio del capital contra los trabajadores que generan la riqueza en cada punto de la extensa y maravillosa geografía argentina.
Hay que mirar, entonces, los números del año 2003. De la fecha de nacimiento del gobierno que dice que no para de crecer desde entonces.
Según esos datos, hubo 414.559 accidentes laborales en aquel año.
Quiere decir que se produjeron 1.151 accidentes laborales por día, cada veinticuatro horas en la tierra que alguna vez supo tener una de las legislaciones obreras más avanzadas del planeta.
Y también exhiben esos números viejos pero los últimos disponibles en un sitio oficial del gobierno que, según dicen, no se detiene en su marcha por la reconquista en la calidad existencial de las mayorías; también dicen esos guarismos que necesitan jubilarse por desactualizados que se registraron 718 muertes de trabajadores.
Dos hacedores de vida mueren por día en la Argentina del tercer milenio.
¿Se mantendrá semejante estadística, tres años después?
¿Habrá más o menos accidentes que los mil cien y pico que se producían por día cuando alumbraba la administración nacional?
¿Se morirán tan seguido los obreros registrados en el país “en serio” y que va saliendo del “infierno”, como suele marcar el presidente?
¿O serán más los condenados por el desprecio de las distintas patronales al no invertir en higiene y seguridad industrial?
Datos viejos para una economía nueva.
Walter Giménez tenía 36 años cuando murió electrocutado en José C. Paz, en el sombrío Gran Buenos Aires, cuyas sombras provienen de la pobreza multiplicada por imposición de las minorías. Dicen que más de ochocientos trabajadores de la cooperativa evitaron que se llevaran el cuerpo y de tal manera ocultaran las causas de la muerte.
“Las viviendas ubicadas en el Barrio San Atilio, se construyen a través de 120 cooperativas de trabajo, cuya figura es un mero formalismo. Son los punteros del intendente Mario Ishii quienes manejan los recursos, imponen las condiciones de trabajo, y determinan el valor real de los salarios” sostuvieron fuentes periodísticas, agregando “Las cooperativas de la construcción en José C. Paz, son parte integrante del Plan Federal de Viviendas, presentadas por el gobierno nacional como una alternativa a los planes trabajar, y otra manera de entender las políticas sociales. En la práctica, es el propio Estado que emplea a los obreros de la construcción en negro, sin ningún tipo de aporte y seguridad en el trabajo.”
Los compañeros dijeron que Walter murió como consecuencia de la ausencia de cobertura médica, ningún tipo de seguro social, ropa y elementos adecuados. También denunciaron trabajo a destajo y bajo amenaza de despido. Que cobran un dinero siempre menor al prometido y firmado en un contrato de dudosa validez. Que Walter recibió una descarga eléctrica de una mezcladora pero que la ambulancia llegó treinta minutos después de haberse solicitado y, para colmo, sin elementos necesarios y con un ginecólogo a cargo.
Fue en el Barrio San Atilio, donde Walter trabajaba para construir sus sueños y de pronto se topó con la ferocidad del desprecio de clase que ahorra en seguridad para los trabajadores y entonces democratiza pesadillas y deja huérfanas a las ilusiones de los hijos del pueblo.
Desde la radio comunitaria FM Tinkunaco se informó que Walter es el número cuatro entre los muertos por exilio de las condiciones de seguridad. Es probable que la estadística de la emisora compañera de la vida de los habitantes del barrio no sea tenida en cuenta por los difusores de los números oficiales.
No debería ser así porque ese complejo habitacional fue el elegido por los presidentes de Chile y Argentina no hace mucho tiempo atrás.
Pero así son los números oficiales. Ningunean las esperanzas trabajadoras y las pervierten en dolorosas, injustas y evitables muertes que vienen mucho antes de lo previsto.
Walter forma parte de esos números que no están. De lo que no se quiere ver.
De la dolorosa continuidad de la pesadilla que sufren las mayorías trabajadoras.
Fuente de datos: Radio Comunitaria FM Tinkunaco, Red El Encuentro, Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo / Agencia de Noticias Red-Acción (ANRed) 28-04-06
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