Violencias santas

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Por Carlos Del Frade

  (APe).- “Hubo en el mar tantos muertos y despojos que las naves parecían haber encallado entre cadáveres. Las naves se quebraban con tanta facilidad como los cuerpos de los hombres, de los que sólo quedaba intacta su ira. Parecía como si se quisiera superar en destrucción a los elementos de la naturaleza”, sostienen distintas fuentes documentales.

A las cuatro de la tarde cesó la batalla. Hubo 5 mil venecianos, 2 mil españoles y 800 hombres del Vaticano, muertos. Los europeos tomaron 5 mil prisioneros y se calculó que murieron 25 mil turcos.

Ese fue el saldo del 7 de octubre de 1571, de la batalla de Lepanto, casi 33 mil muertos.

El 7 de octubre es el día de una masacre santificada. El Sultán Selim sostuvo, dice la historia: “Me han rapado las barbas, ya crecerán con más fuerzas”.

El Papa instituyó aquella fecha de muerte desbocada como el de la Virgen del Rosario por considerarla la protectora de la fe durante la batalla.

El primero de mayo de 1572 murió y un año después el Sultán recuperó Túnez. La batalla de Lepanto cerró el capítulo del Mediterráneo en la historia europea. A partir de 1731, los rosarinos festejaban como su día el de la Virgen, todos los primeros domingos de octubre.

El 3 de mayo de 1773, desde la ciudad de Cádiz, llegó al curato del Pago de los Arroyos la imagen de “Nuestra Señora del Rosario” y que fue depositada en la iglesia construida en los terrenos donados por el capitán Santiago Montenegro, alcalde de la Santa Hermandad del lugar, el 12 de noviembre de 1757.

El gobernador Manuel María de Iriondo convirtió en ley, el 28 de junio de 1940, el 7 de octubre como “el Día de Rosario”.

Desde entonces hasta el presente, los rosarinos celebran su identidad y pertenencia en una fecha que recuerda una de las masacres más tremendas del mundo europeo.

Masacre santificada y, en forma paralela, negada a la hora de recordar su significado.

Día de la Virgen no es igual a una fecha trágica.

Hubo una deliberada reconstrucción de la historia a favor de intereses muy concretos y minoritarios.

Cada 7 de octubre, entonces, la ciudad celebra una masacre. Una marca que permanece en el tercer milenio.

-Rosario está traspasada por la violencia asesina del narcotráfico, como un emergente de una sociedad que ha naturalizado el consumo de sustancias y no ha trabajado en la prevención y asistencia de las personas que lo padecen – expresó el actual arzobipos rosarino, Eduardo Martín, el 7 de octubre de 2021.

“Pareciera que existe una legalización de hecho del comercio de drogas, que cuenta con un sistema financiero propio, y con una organización delictiva superior a la que cuenta el Estado para dar respuesta”, continuó.

“¿Por qué nos está ganando la droga, con su correlato que es el narcotráfico, con su contenido de dinero negro, de poderosas armas de fuego, ostentación, lujo, violencia y muerte?”, manifestó, y señaló la connivencia social, política, judicial, y de las fuerzas de seguridad que han provocado esta situación.

Por su parte el sacerdote Fabián Belay, referente de la Pastoral de Drogadependencia, consideró que en el último tiempo el narcotráfico "captó a muchos adolescentes y jóvenes". Indicó que la pandemia de Covid 19 "agudizó un proceso que se venía dando" y en ese sentido pidió trabajar en red para que el problema "no avance en futuras generaciones". Sus reflexiones se suman a las del monseñor Eduardo Martín, quien recientemente sostuvo que la ciudad "está traspasada por la violencia asesina".

"La pandemia agudizó un proceso que se venía dando. Todo tiene que ver con la captación de muchos adolescentes y jóvenes. Lamentablemente el resultado es lo que vemos, el incremento de muertes de personas que el promedio de vida es cada vez más bajo", indicó Belay.

-Son víctimas de las redes del narcotráfico – remarcó el sacerdote.

Lejos de la batalla de Lepanto, la masacre de origen del día de la virgen de Rosario parece repetirse en dolores causados por negocios mafiosos por ahora impunes.

Lejos de las cuestiones divinas, tanto el narcotráfico como el contrabando de armas no tienen nada de flagelos, de castigos celestiales, si no de negocios que multiplican el dinero en el centro y la sangre derramada en los barrios.

Así anda Rosario, entre violencias santificadas y reales, atravesadas de hipocresías varias.

Edición: 4402

 


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