Venenos libres

La baja de aranceles para el glifosato, la atrazina y el 24-D facilita aun más la entrada de los venenos que han estragado pueblos, vidas de niños, pulmones y embarazos en zonas declaradas de sacrificio para la rentabilidad agroindustrial. La resistencia al veneno y la cantidad de agrotóxicos a aplicar crecen cada año. La Argentina es el tercer país más fumigador y fumigado del mundo.

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Por Silvana Melo

(APe).- Silenciosamente, sin levantar grandes polvaredas, la libertad vivada a los gritos disminuye los aranceles y permite la entrada fronteriza por dos dólares al glifosato, la atrazina y el 2-4D, agroquímicos cancerígenos, neurotóxicos o disruptores endócrinos, en su mayoría. Y además elimina directamente los aranceles a fertilizantes químicos directamente vinculados con la producción de gases de efecto invernadero.

Es decir, se facilita aun más la entrada de los venenos que han estragado pueblos, vidas de niños, pulmones y embarazos en zonas declaradas de sacrificio para la rentabilidad agroindustrial.

Esta tierra del sur del mundo, vuelta subtropical por obra y gracia del capitalismo, sufrió un verano de inundaciones consecutivas que sucedió a otro con la violencia del calor en oleadas y una sequía histórica. Y comenzó a sentir en el cuerpo lo que desconocía: la enfermedad tropical del Africa y las Américas centrales traída, junto al mosquito vector, por el desmonte y el calentamiento global. El dengue asoló a este sur desde noviembre y, con la desidia de un gobierno que sólo administra el déficit fiscal sin un mínimo de humanidad, se dispararon las muertes, los casos graves y se acabaron los repelentes. Por supuesto que fue mucho más sencillo destrabar la importación de los venenos y los fertilizantes químicos bajando y/o quitando los aranceles que hacerlo de forma urgente con aquello que era imprescindible para aliviar y proteger la vida.

Por supuesto que ya llegaron desde la importación de la libertad libre glifosato y atrazina pero off o sucedáneos no.

Está claro cuáles son las prioridades.

Las regulaciones irán sucumbiendo bajo el poder absoluto del mercado que, se sabe, anda con mano invisible tocando al privilegio. Desde 1996, cuando Menem – Solá abrieron la legalidad para que el paquete semilla + transgénesis + veneno consecuente terminara de cambiar la matriz de producción en el país. Y la relación con la tierra. Desde esos casi treinta años pueblos, mujeres, niños, maestras, campesinos, barrios, lucharon contra un modelo envenenador de los alimentos, agotador de la tierra, expulsor de los campesinos y de los pueblos originarios, desmontador de bosques. Los pueblos contaron sus muertos y sus enfermos muchas veces aislados de sus instituciones y otras perseguidos por esas instituciones. Algunos de esos pueblos ganaron pequeñas conquistas: mil metros de distancia en zonas de resguardo para fumigaciones, cuando se pulverizaba en el patio de una escuela; la prohibición de ciertos agrotóxicos en determinadas ciudades, los amparos, las medidas judiciales que fueron y vinieron, que van y vienen en un tironeo inadmisible.

Pero el estado se corre, las regulaciones se caen y hasta estas pequeñas victorias empiezan a marchitarse.

El ministro de Economía (o algo así) ya no anuncia lo que anuncia por los canales oficiales. Lo hace por X. La red social del presidente. O del amigo del presidente. Que puede llegar a dejarle un kiosquito de X en la Argentina. Ese país desangelado donde se bajan a cerca de cero los aranceles para importar venenos -cuyo impacto en la salud de las personas está ampliamente demostrado por la ciencia- y se anuncia por una red social. Entre los papeles del ministro, medio perdida –según Nahuel Lag en Agencia Tierra Viva-, está también “la mejora de aprobaciones de los permisos de Senasa”. Es decir, conseguir una mayor labilidad en la aprobación de los agroquímicos. Que no se esté analizando tanto si son cancerígenos, disruptivos hormonales, si su peligrosidad es roja, amarilla, azul o verde y ponerlos en disponibilidad sin tanto prurito.

Mientras la resistencia al veneno crece todos los años y, consecuentemente, la cantidad de agrotóxicos a aplicar, en el país cada año se distribuyen más de 600 millones de litros/kilos y la Argentina se transforma en el tercer país más fumigador y fumigado del mundo.

Hoy a tiro de una guerra planetaria, con las universidades públicas a un mes de cerrar sus puertas, la salud colapsada y la infancia naufragando en el mar embravecido de tanta infamia adulta.

Hoy discutiendo una guerra ajena mientras las batallas propias se pierden día tras día.

Con la esperanza única, pequeña y plena, de la resistencia.


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