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Por Silvana Melo
(APe).- Han sido –y siguen siendo- una de las infanterías para enfrentar la pandemia. Directamente en contacto con la gente más castigada, cocinando en los barrios, acercando los platos a las extensas filas de familias con hambre que se alargaron por cuadras en salitas y comedores. Las organizaciones sociales no son dirigentes mediáticos que disputan poder por las redes y en los paneles de la teve berreta. Son mujeres y hombres, chicos y chicas que disponen su vida desde hace años para intentar transformar su aldea, el pequeñísimo mundo donde la inequidad abre agencias y el capitalismo despliega su iconografía feroz. Militantes de barrios que hervían de covid y ellos estaban allí. Militantes de asentamientos en la más brutal indefensión. Y ellos estaban ahí. Con la decisión de ponerse en riesgo para evitar que los más frágiles, los niños y los viejos, fueran las víctimas principales en esa primera línea de fuego. Sin que muchas veces alcanzaran las medidas sanitarias, con un estado indolente que no estaba en los barrios para proveer de barbijos, alcohol en gel, máscaras, etc. La caridad sistémica de un par de empresas privadas se encargó de esa provisión. Aliviando conciencias. Saneando culpas.
Sólo los trabajadores de la salud se expusieron más que las organizaciones sociales. Miles de mujeres y hombres que armaron bolsones de alimentos para repartir en tiempos de un brote viral que no se acaba con el covid: el hambre criminal. Que estuvieron con las niñas y los niños solos, en desamparo, viviendo en hacinamiento entre varias familias, inciertos, hambrientos, perdiendo calcio en los huesos, nutrientes en la sangre, futuro de a gotitas en medio de tanta tragedia.
Las organizaciones sociales estuvieron y están allí. Expuestos como pocos a la pandemia. A una enfermedad desconocida que trabaja como pac man en los pulmones de los frágiles. Que pone al mañana en tensión y a la vida en jaque.
En la página web argentina.gob.ar se publican los grupos prioritarios para vacunar. Personal de salud. Personas mayores de 60 años. Adultos de entre 18 y 59 años que presentan factores de riesgo. Personal docente y no docente. Personal de las Fuerzas Armadas, de Seguridad y de servicios penitenciarios.
Las organizaciones sociales no están.
Será que tantas veces también son punta de resistencia ante un sistema brutal. Fastidio para los que deciden. Linterna política para visibilizar a los confinados.
Por eso tal vez no hay vacunas.
Edición: 4151
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