Urgente, se necesita Sandokán en buenas condiciones

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Por Carlos del Frade

(APE).- Los tesoros siempre anticipaban una gran aventura. Eran los cuentos de Emilio Salgari y las historietas de Héctor Oesterherld en la revista “Fantasía”. Las grandes hazañas de Sandokán y Roland, el corsario. Había algo que estaba muy claro: el tesoro tenía sentido si se recuperaba y repartía entre quienes lo necesitaban. Porque si el tesoro seguía en manos de los poderosos no había aventura y los piratas que peleaban contra los malos gobernantes que se hacían ricos gracias a la explotación de los pueblos siempre en relaciones carnales con el imperio británico, tampoco tenían sentido.

 

Los tesoros, desde aquellos tiempos de pibe, estaban para ser recuperados y repartidos.

Era el motor de los tigres de Mompracén que seguían al romántico Sandokán y su amigo el portugués Yánez. Pero también estaba la otra parte del tesoro. El amor de la sobrina del gobernante de turno. Porque no hay tesoro verdadero si no entraña un valor superior al material. Porque la vida no está hecha solamente de joyas, oro y piedras preciosas, solía decir el guerrillero de los mares de la Malasia.

Por eso había que pelear, abordar los buques de los piratas que traicionaban a su clase y se ofrecían como mercenarios al oro y solamente al oro de los poderosos. Los viajes de Roland en su bergantín “El Corsario Negro” eran un ejemplo en eso de denunciar y enfrentar a los traidores. Y su tripulación era la síntesis de la unidad de los pueblos, Gambado venía de las pampas argentinas, había africanos, cubanos, brasileños y franceses asqueados de sus reyes. Cuando recuperaban un tesoro lo distribuían en partes iguales para que nadie pasara necesidades. En cuando al amor, Roland no era muy afortunado. Le era esquivo. Pero como corresponde a todo grupo de compañeros, se repartía el gusto agridulce de la melancolía por lo que pudo haber sido y no fue. Era el tiempo de las canciones en la cofia del palo mayor entre gaviotas y miradas que buscaban el futuro, siempre sinónimo de la lucha por la justicia. De la pelea por encontrar los tesoros de muchos en manos de pocos.

Ha pasado mucho tiempo desde los libros de Salgari y las revistas de Oesterheld.

Pero aún hoy, en estos atribulados días de principios del tercer milenio, la palabra tesoro remite necesariamente a la idea de su distribución porque si no es un cofre para pocos y carece de sentido.

Mucho peor si alguien, por desidia o indiferencia u otras formas del desprecio, deja de repartir parte del tesoro entre los que más lo necesitan.

La información sostiene que “el conjunto de programas sociales del gobierno de Néstor Kirchner arrojó en 2004 un sobrante de 1600 millones de pesos, lo que significa que por falta de ejecución y eficiencia en la gestión los recursos que estaban destinados a atender a los grupos más vulnerables de la sociedad pasarán a engrosar el superávit fiscal y quedarían retenidos en el Tesoro”.

Así no hay aventura vinculada a la justicia que sea posible.

En clave de las historietas de los piratas nobles, tesoro que no se reparte, poder que no se toca ni se cambia.

Cuando en estas horas no abundan las narraciones de grupos humanos que vayan al abordaje de castillos y buques negreros, viene bien estampar un aviso destacado en distintos lugares de la Argentina de 2005: “Urgente, se necesita Sandokán en buenas condiciones”.

En especial un Sandokán colectivo que se anime a dejar de lado las reglas de juego y empiece a protagonizar una historia diferente. Para que el tesoro material y espiritual sea para todos y no para los pocos de siempre. Los verdaderos y hasta ahora invictos piratas de la crónica argentina.

Fuente de datos: Diario El Heraldo - Santa Fe 07-01-05

 


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