Una sonrisa desesperada

|

Por Alberto Morlachetti

(APE).- Brotaron del cielo los primeros colores de la mañana y algunas alas silenciosas. Don Luis llevaba horas hablando conmigo. Insobornable, con ese sabor suyo a humanidad que siempre me avergüenza un poco. Tenía la mano hecha para el cigarrillo: el humo azul le ayudaba a ocultar la nostalgia de las cosas perdidas relacionadas con la pasión de su vida: los hombres, mujeres y niños desarrapados. Su mirada -a veces- parece detenerse en algún recuerdo, mientras suspende -por un instante- el ritual tibio del mate.

 

Los detalles de cada pibe no se disipan en su memoria: ellos han pasado por su vida como las hojas de un libro de cuentos. Y son buenas razones para estar de pie. Aunque su mirada es parecida a la soledad, la ternura le asoma tímida en sus ojos, ligeramente del color de la grama. La utopía la llevaba en la saliva, la sentía temblar contra su cuerpo, como una luna en el agua.

Despuntaba el viejo vicio de repasar el siglo XX y los primeros años del actual: los tiempos del Holocausto -su increíble existencia- y recordaba a Celan: “La muerte es un maestro que viene de Alemania”. El tiempo -como los ríos sangrientos- pasan como los vertiginosos ojos claros de la muerte. EEUU es hoy quien siembra el horror con sus misiles de acero y el idioma del hambre mata millones de niños en un planeta que gira prisionero de una órbita perversa.

Una matanza, cualquier hambre en África, los vuelos rasantes del Imperio que dejan estelas de muertos en la Nación Iraquí o el martirio del pueblo Palestino que busca el cuerpo deseado de su tierra más allá de su piel, convertía su vida en una permanente rebeldía cotidiana. Buscaba entre sus 85 años recuerdos y presagios -regiones oscuras del tiempo- la razón para reír.

En la distancia cortita no quiso quedarse en la orilla. Ni siquiera en sus años mayores. Por eso fue profundamente cercano a nuestros niños. Sus brazos temblorosos son un abrigo generoso y se queja de no poder acariciar a muchos más que en la Argentina quedan atrás en la niebla espesa de la muerte y en la memoria balbuceante de unos pocos.

Piensa que los jóvenes son una negación sensual, utópica y “apasionada de los valores imperantes en Occidente”. Charlábamos, poco después de que murieran -irracionalmente- cientos de niños en un recital de la Capital y su mirada se humedecía, aunque trataba de disimularla con el movimiento regular de sus pitadas. Por qué “contribuir a la gloria” de los ungidos señores de la muerte que asesinan niños y jóvenes por hambre, corrupción o asesinatos. No nos avergoncemos de mantener “fija la mirada ante lo inenarrable”. Esas masacres no son indecibles y cita a Agamben: ¿Por qué conferir al exterminio el prestigio de la mística?

Su vida es una sonrisa desesperada que se alza y al toque se percibe su inmensa dignidad. Pensaba como Aleixandre que una amistad, una hermandad, es lo único que alivia la experiencia relampagueante de la vida.

 


Suscribite

Suscribite al boletín semanal de la Agencia.

Sobre la fundación

Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.

Sobre la agencia

Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte