Un Show Perverso

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Por Daniel das Neves, Secretario General de la Utpba

(APE).- Frente a tanto clima antilucha -mediático, provocador e insolente-, que tal como denunció la UTPBA esta semana, se erigió en consenso, descalificando reclamos por “impedir” derechos de “toda” una sociedad, cabe preguntarse quién tomó la decisión de ignorar a los cientos de miles de trabajadores -y sus familias- ferroviarios, subterráneos, telefónicos, mecánicos, estatales, docentes, de la salud como expresión de una “opinión pública” que lucha por un salario y un trabajo digno. ¿Qué tipo de método de investigación científica prescinde de ellos a la hora de hacer un estudio o una encuesta?

 

Vale la reiteración: cientos de miles. Se insiste: trabajadores ferroviarios, telefónicos, de subterráneos, mecánicos, estatales, docentes, de la salud que plantaron bandera exigiendo, por ellos y por sus familias, un salario y condiciones de trabajo dignas. Sólo hace falta una cuenta muy elemental para saber que esos conflictos -nacionales, regionales, provinciales y hasta de empresas, como lo demuestra nuestro propio gremio- suman a cientos de miles de personas que intervienen, de manera directa o indirecta, en la voluntad que expresan esas batallas, a veces disímiles nunca contradictorias. Sin embargo, parecen formar parte del rubro no sabe/no contesta a la hora que las encuestas se transforman en sagradas escrituras o que tres voces reaccionarias marcan toda una tendencia.

Esas miles y miles y miles de personas -que también, por ejemplo, viajan en transportes públicos, mandan a sus chicos a la escuela y se preocupan por la atención de su salud- no cuentan a la hora en que lo medios “reflejan” la realidad: flashes, móviles en vivo, llamados de oyentes, interpretaciones sesgadas, golpes bajos dan cuenta de un repudio cuya, supuesta, abrumadora mayoría condena sin posibilidad de defensa alguna a quienes ponen límites -en defensa de derechos colectivos- a tanta prepotencia patronal, sea ésta privada o estatal.

Hasta hace algunos meses no se podía tolerar que un grupo de piqueteros cortara las calles e impidiera que “la gente” hiciera su vida; después quienes pasaron a impedir que “la gente” hiciera su vida fueron los que la debían transportar, acusados a partir de entonces de ser los responsables, igual que los piqueteros, de provocar el “caos” vehicular; a continuación los telefónicos “colapsaron” las líneas y nos “aislaron” del mundo; más tarde volvieron a escena los maestros, que al parar y reclamar mejores salarios atentaban contra la educación más que una política económica y educativa que se encarga de destruirla, con bastante eficacia, desde hace años; ahora son los trabajadores de la salud de un hospital público que al parar ponen en riesgo la vida de los chicos, no un sistema de salud aniquilado por los que arrasaron el estado, lo privatizaron y convirtieron la vida de esos pibes en una mercancía, a tono con el neoliberalismo de época. Junto a ellas, las luchas de prensa se extienden en similar y aberrante ninguneo.

Colapso, caos, violencia son los términos con los que se califica el conflicto -definiendo así, por grosera y premeditada asociación, a sus protagonistas-, que indefectiblemente ganará, en los medios, el espacio de Sociedad, para demostrar que hay un problema que los trabajadores le crean a la “sociedad” y no un planteo a quienes son los responsables de un salario miserable o injusto, o a condiciones de trabajo indignas y hasta ilegales. Siempre habrá una excusa para condenar a los que luchan. Siempre habrá una excusa desde el poder económico para impedir que el reclamo y la pelea por una justa distribución del ingreso y de la riqueza -de eso se trata, en definitiva, aunque no siempre se lo verbalice de ese modo- gane el consenso en la santificada “opinión pública”.

Para el poder -mediático, judicial, económico, gubernamental- se trata de generar un efecto mayoría, que desde la protección de esos intereses tan potentes como minoritarios, vía comunicadores afines y comprometidos con esa misma defensa, atizan los valores más reaccionarios de aquella parte de la sociedad que asimila, por un lado, los beneficios del actual modelo económico y, por otro, brega por el no “hagan ola”, con un intenso rechazo por quienes luchan, más allá del elegante y falso argumento de no aceptar “los métodos” -sin que jamás aparezcan otros métodos, salvo el del quietismo y la entrega- elaborado por los medios y rápidamente adquirido por esa “opinión pública”; que existe, pero fundamentalmente a partir de una corporación mediática que la hace existir, sobre todo que la hace existir como una falsa mayoría aplastante.

Miles, y miles, y miles que piensan, hacen y dicen lo contrario de lo que marca el clima mediático son más que la relativizada voz de los interesados -como si los que integran la “opinión pública” no se manifestaran a través de sus intereses. Son, con todas sus diferencias, las distintas formas en que se expresa el rechazo a la injusticia, la inequidad, la miseria, la resignación. En definitiva que enfrenta la impunidad, esa impunidad que hace que el engendro mercantil que determina “la opinión pública” no sea otra cosa que un IBOPE social trucho.

Gentileza de la Agencia Nacional de Comunicación de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (ANC-UTPBA)

 


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