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Carlos del Frade
Foto: Farid Dumat Kelzi
(APe).- Los sobrevivientes de una masacre, uno de ellos con una herida de bala reciente, se sientan ante un fiscal y dos policías y confían que serán protegidos. Les acaban de matar a tres familiares y necesitan encontrar el significado de la palabra tranquilidad. Les dicen que el estado no los abandonará.
Al otro día, van a sus domicilios en motos y autos y amenazan que los matarán a todos. Otras vecinas y otros vecinos escapan del barrio.
Una migración interna que no llega ni a las páginas de los medios de comunicación ni tampoco tiene espesor en casi ningún discurso político. Buscan refugio en otros barrios.
Una organización social se hace cargo de nueve personas desesperadas, angustiadas, aterradas. El sistema de protección a los testigos se hace presente casi un día después a través de un mensaje de whatsapp. El gobernador de la provincia anticipa que en la reforma de la Constitución “no habrá ningún concepto garantista”. Toda una definición.
El triple crimen, en menos de doce horas deja de ser una de las noticias más importantes para las páginas web principales de la región. En definitiva se trata de tres personas empobrecidas y sobrevuela el mito de que se matan entre ellos. La herencia del por algo será del terrorismo de estado.
El domingo 9 de febrero de 2025, alrededor de las 17, en Villa Banana, oeste rosarino, a diez minutos del centro de la ex ciudad obrera, en Rueda y Lima, en una plazoleta, fueron fusiladas varias personas. Damián Soplán, de 43 años, murió en el acto; horas después su pareja, Eliana Deasis, de 36 años y al otro día, Fabián Alejandro Soplán, de 25 años. También fueron heridos dos muchachos de 26 y 16 años.
Una muy buena crónica de Martín Stoianovich agrega que “testigos del hecho indicaron que los autores del crimen aparecieron a bordo de una moto, que el que iba como acompañante se bajó y fue directo a Damián Soplán. Entonces lo atacó a balazos y de inmediato continuó disparando contra quienes estaban a su alrededor. “Intentaron matar a todos para que no quedaran testigos”, aseguró una persona cercana a las víctimas”.
Allí reina la banda narcopolicial de Dalmacio “el Sapo” Saravia, padre de “Leo Rey”, condenado por la justicia federal por sus relaciones con Gustavo “Calavera” Pelozo, alguien relacionado con organizaciones latinoamericanas como el Primer Comando Capital de San Pablo.
Para la organización social “Causa” que hace décadas está presente en la zona y que fue capaz de recuperar un club y levantar una escuela, “Corazón de barrio”, si bien “aumentó el patrullaje por la zona, estas amenazas -de manera verbal, por teléfono o por redes sociales– generan mucha preocupación entre vecinas y vecinos. Hasta el momento, solo una persona fue incluida dentro del Programa provincial de Protección a Testigos y Víctimas. Como medida de protección, únicamente, se asignó una ronda policial en la zona donde se encuentra provisoriamente alojado”.
También otros grupos de familias tuvieron que “abandonar el barrio por su seguridad. La urgencia, entonces, es que los familiares y toda la comunidad pueda despedir a una de las víctimas con tranquilidad, para lo cual se requiere contratar un servicio fúnebre y contar con la debida custodia. Otra urgencia está dada por el alojamiento seguro de diferentes familias que reciben hostigamiento. Se requiere, de manera urgente, una mesa de trabajo ejecutiva y resolutiva, con presupuesto y firma asignados para definir las medidas a adoptar, sin necesidad de mayores procedimientos burocráticos, que pueda agilizar los tiempos, porque urge resolver estas situaciones”.
Hasta el momento, “las gestiones han corrido por cuenta casi exclusiva de la organización social CAUSA. Entre ellas, traslado de personas amenazadas, alojamiento, contención psicológica, atención médica, alimento, asistencia jurídica, acompañamiento a fiscalía, diálogo con el fiscal, vinculación con el Programa de Protección, trámites de sepelio, entre otros. Es urgente que el Estado, en todos sus niveles, tome conocimiento de las distintas situaciones de violencia, y en articulación con la organización social y la comunidad, y conforme un comité ejecutivo que aborde la delicada y trágica situación que atraviesa la población de Villa Banana”, terminaba diciendo su comunicado atravesado de soledad, impotencia y angustia.
-Hay otros mundos y están en este – dijo el poeta francés Paul Eluard. Y efectivamente la realidad tiene múltiples y simultáneas dinámicas.
Aunque haya reducción de homicidios, los barrios no se recuperan únicamente con patrulleros. La tranquilidad de una comunidad está en los soportes materiales de la vida cotidiana: trabajo, educación, cultura, alegría y deporte.
Mientras los números demostraban la disminución de los homicidios, los cuatro asesinatos de jóvenes trabajadores en marzo de 2024 exhibían que las bandas narcopoliciales tenían poder de fuego y poder económico, hecho que se repitió en noviembre con el doble asesinato de Pillín Bracamonte, el legendario jefe de la barrabrava de Central y el “Rana” Attardo. A partir de ese momento era lógico que se abriera la posibilidad de un nuevo tiempo de reacomodamientos dentro de la economía ilegal.
Lo que impacta del triple crimen de Villa Banana es la soledad de la gente humilde y la lejanía de un estado que reacciona con un whatsapp casi un día después de una masacre.
Fuentes: “La Capital”, martes 11 de febrero de 2025; comunicado de “Causa”, martes 11 de febrero de 2025.
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