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Por Silvana Melo
(APe).- ¿Quién se mete con los hijos de quienes militan con mis hijos no te metas? En uno de los barrios más pobres de Jujuy hay una escuela secundaria con poco menos de 200 alumnos. La mitad son mujeres. Tres de cada diez están embarazadas. Tienen entre 12 y 19 años. Son morenitas, viven en los confines, no están en ninguna agenda, se convierten en un número áspero cuando las embaraza el abuso intrafamiliar y las violaciones, todos crímenes de poder. Que lejos de replegarse, ese poder apuesta a la militancia desde abajo hacia arriba. Y desde arriba hacia abajo. Para encontrarse en el medio y obturar cualquier información que se escurra, que se filtre, que traspase las murallas atávicas y recurrentes. La información que libere, que salve, que permita una decisión de extrema libertad: ser madre o no serlo. Si un cuerpo ha sido profanado, si ha sido sometido por el poder y por la tortura avalada durante siglos por una determinación ciega e impune, ese cuerpo inhabilita la fábrica de amor y vida que le han impuesto como designio central.
Las treinta chicas embarazadas en Alto Comedero eran parte del 80 % que en una encuesta del Ministerio de Educación pidieron por favor información acerca de la sexualidad. ¿Quiénes se meten con los hijos de quienes no salen a militar con mis hijos no te metas? ¿Quiénes se metieron con los hijos de los padres de las chicas embarazadas? ¿Quiénes se metieron con su vida, desde el abuso y el ultraje? ¿Quiénes, desde dentro mismo de la intimidad cotidiana? ¿Quiénes, desde el aula, cuando irrumpen para detener cualquier esbozo de Educación Sexual Integral?
Las treinta chicas embarazadas en Alto Comedero son tres de cada diez de las alumnas de su escuela. No conocen la ESI en épocas cada vez más duras, donde los neopentecostales, los católicos talibanes y el fascismo que rodea como un fantasma atroz las pequeñas primaveras del albedrío y la voluntad angostan la esperanza. No les está permitido el aborto no punible porque las hordas del bebito de cartón obligan a violar la ley. Y no les interesan las vidas de las pibas marcadas por la desgracia de origen, la crucifixión genética, las llamas por mujeres y por alguna semilla de rebeldía.
La Ministra de Educación de Jujuy defendió la ESI pero por las dudas dijo que los maestros se están capacitando pero no en ideología de género. Mientras, van a crear salas maternales para los hijos de las chicas a las que no se les ofreció alternativa. Ni antes ni después de su embarazo. Entonces empieza a quedar claro quién se mete con los hijos de los otros. Quiénes. Y hasta dónde.
La escuelita está a diez kilómetros al sur de San Salvador de Jujuy. Es uno de los barrios más pobres del país. Pero protagónico por la cesantía de la justicia. Por su cárcel pasó Milagro Sala. En su escuela las chicas son ultrajadas por un poder que lejos está de caerse. Y que se mete con ellas, a través de consignas falaces, para ponerles una triste cereza al postre de su condena. Que es el banquete de los más fuertes.
Edición: 3740
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