Thiago, un daño colateral

Thiago murió a los 7 años. Asesinado por una bala policial. El discurso ministerial en defensa del policía. Las contradicciones de un tiempo político en el que todo vale para avanzar en casilleros eleccionarios. Un policía de apenas 21 años. De civil. Que fue capaz de disparar once balazos en la calle cuando cuatro jóvenes se escapaban después de haber intentado robarle.
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Por Claudia Rafael

(APe).- ¿Cuánto incidió este tiempo político en la decisión de Facundo Aguilar de sentirse un Superman conurbano al extraer su arma, efectuar once disparos aleatorios y terminar asesinando a un nene de 7 años? ¿Sintió desde niño la “vocación” policial o fue uno de tantos pibes y pibas de los márgenes en anotarse en alguna de las múltiples fuerzas de seguridad que ofrecen trabajo estatal seguro? ¿Cómo impactó en él la reivindicación a ultranza que la ministra securitaria hizo de su nombre asociándolo a una figura heroica? ¿Cómo juega en su cabeza el coro unificado de que lo suyo fue legítima defensa recitado por el tándem Bullrich-Javier Alonso, ministro éste último del gobierno provincial? ¿Cómo impactó en su cabeza saber que una de sus propias balas asesinó a un nene al que tal vez alguna vez hubiera cruzado en el barrio?

Son demasiadas preguntas cuyas respuestas van mucho más allá del destino tajeado de Thiago Correa, que tenía 7 años y que estaba con su papá en la parada de colectivos, a 198,5 metros de distancia del policía federal de la Dirección de Montada. Y si son demasiadas las respuestas necesarias es porque analizar aisladamente lo ocurrido con Thiago, asesinado por un chico 14 años más grande, podría hacer suponer que se trató de un caso único, azaroso, inédito. Ocurrido apenas menos de un año más tarde de la muerte en circunstancias muy similares de Bastian Escalante, de 10 años, cuando cruzaba con su mamá –a la salida del club de fútbol- una de las más transitadas avenidas de Wilde, Avellaneda.

Y con una coincidencia que se ratifica en las estadísticas. El CELS plantea que 8 de cada 10 muertes provocadas en AMBA por integrantes de las fuerzas de seguridad durante 2025 fueron protagonizadas por efectivos que no estaban en servicio. La Comisión Provincial por la Memoria aporta que en el análisis de 45 casos de 2024 27 de esas muertes fueron producidas por disparos por la espalda. Que en muchos casos no se encuentran armas de los agresores o las que se encuentran, como en este caso, no funcionan o son de utilería. Y que en el 63 % de esos casos los policías estaban fuera de su horario laboral pero en el 96 % utilizaron el arma reglamentaria.

Thiago y su papá.

Cuando el interrogante apunta a la incidencia de este tiempo político en la decisión de Facundo Aguilar no sólo se deben tener en cuenta discursos como el de Bullrich o José Luis Espert (el que suele repetir que “a los delincuentes los tenés que llenar de agujeros directamente, llenarlos de agujeros a balazos, sí”) sino también las modificaciones legales. Por caso, la resolución 125/2024 aporta criterios bastante laxos respecto de lo que representa amenaza real o no para un funcionario policial y “eliminó la obligación de dar la voz de alto e incorporó como presunción de peligro el supuesto de fuga de una persona armada aun cuando no representan una amenaza real”.

Los tiempos políticos determinan también el corrimiento a discursos manoduristas de sectores autodefinidos como progresistas. Con esa práctica usual de querer asimilarse discursivamente a lo que se cree aportará los favores electorales de los votantes. Y, en definitiva, ni unos ni otros asumen una política preventiva sino que, por el contrario, juegan eternamente una batalla por los sobres en la urna.

La mirada bullrichista en defensa a ultranza del policía contempla a Thiago como un triste daño colateral. Tan daño colateral como fue Bastian. Como suelen ser los pibes que andan corriendo a los saltos en vidas castigadas para escapar de la crueldad. Daño colateral como son los nenes y nenas del Garrahan que deben pagar con sus cuerpos porque el gobierno decidió que el hospital está inundado de ñoquis y de casta. Daño colateral es la vida ante la reivindicación a como sea de la muerte.


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