Fue en esta tarde de finales de mayo, neblinosa y destemplada, que Norita nos dejó huérfanos y huérfanas de Madre. En medio de un país hundido en el hambre criminal y la esperanza acorralada por una incierta comparsa gobernante, ella era el sol que se sobreponía a tanto crepúsculo. Somos de su sangre. Y acaso en ella podamos resistir este embate de los malos tiempos.