Jorge Julio López no llegó nunca al Tribunal donde había sido fundamental para condenar a Etchecolatz. Salió de su casa y nadie más lo vio. Desapareció por segunda vez hace 18 años. Luego, por tercera vez: de los medios, de la voluntad de los funcionarios, de los afanes de la justicia. De donde no desapareció nunca de la impunidad de las instituciones.