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Desde la desaparición de Loan a la condena de Alperovich. La masividad, continuidad, justificación, estatización de prácticas aberrantes, les otorga un certificado de calidad. Desde el remanido “por algo será” hasta la complicidad del “no hay otra”. La absurda esperanza que de lo malo pueda venir lo bueno es un suicidio en cuotas.
Por Alfredo Grande
(APe).- He trabajado mucho el tema de la subjetividad. Recuerdo una cita de Lenin donde mencionaba el “retraso del factor subjetivo”. Sin entrar a discutir y menos con Lenin, si la subjetividad es un factor, es interesante la idea de retraso. O sea, y para decirlo en otros términos: la subjetividad suele ser reaccionaria. A veces denominada sentido común. Siguiendo a Silvia Bleichmar, notable psicoanalista y mejor amiga, a quien le escribí una despedida que titulé: “No habrá ninguna”, la subjetividad es la marca social en el psiquismo. Y como marca social se nutre más de lo instituido (lo que es) que de lo instituyente (lo que debería advenir) No hay nazismo porque hay nazis, sino que hay nazis porque hay nazismo. La marca social formatea la subjetividad según las marcas pregnantes de cada época.
Voy a tomar dos analizadores. La desaparición del niño Loan y la condena del violador Alperovich. Recordemos que un analizador es una ventana abierta en la cual al asomarnos vemos el nivel fundante. Si la ventana está cerrada, o está abierta y no nos asomamos, todo es anécdota, descripciones, relatos, etc. Estos dos analizadores son analizadores ¿de qué? La subjetividad es conmovida con hechos acotados, pero es totalmente impermeable a sucesos de mayor dimensión.
Escuché a un periodista de marcadas tendencias reaccionarias a establecer que Loan es un desaparecido. A varios otras y otras celebrando la condena al ex gobernador y dueño de Tucumán. Pero la planificación sistemática de la desaparición de personas y la planificación sistemática de torturas y violaciones en lo que dio llamarse Terrorismo de Estado aún es revindicada. Por la minoría ruidosa y la mayoría silenciosa. Dicho en otros términos: la desaparición de Loan conmueve, la trata de personas conmueve mucho menos. Hace años la hermana Pelloni denunció el tráfico de niños y niñas en el norte argentino. Incluso mencionó a monseñor Baseotto. Las violaciones que implica la nefasta práctica del “chineo” apenas son mencionadas y obviamente, toleradas desde hace décadas.
La masividad, continuidad, justificación, estatización de prácticas aberrantes, les otorga un certificado de calidad. Desde el remanido “por algo será” hasta la complicidad del “no hay otra”. La absurda esperanza que de lo malo pueda venir lo bueno es un suicidio en cuotas.
Decidir quién desaparece o no, quién es violado o no, es arbitrariedad del patriarcado. Para mí el patriarcado no tiene género y es absolutamente funcional al capitalismo, cuya fundante es el lucro. Y en el marco del capitalismo, hay grandes negocios, pequeños negocios, y changas. Las changas, a veces denominadas temas de seguridad, indignan. Los grandes negocios, el denominado RIGI, incluso es votado. Hay que trabajar en formas nuevas de subjetivación para que todo indigne, desde el caso puntual hasta las políticas genocidas de los Estados. El exterminio de los pueblos originarios por los grandes negocios de las extractivistas, indigna menos que un perro abandonado por sus dueños.
Subvertir la subjetividad es posible y es necesario. Para hacer posible la profecía del Che: ...y sobre todo sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Omito que decía que es la más noble cualidad de un revolucionario. Porque pienso que la capacidad de sentir es lo que todavía puede sostener a la humanidad residual antes que seamos algoritmo. Y que la dominación artificial arrase toda forma de subjetividad y ya no nos alteremos nunca más.
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