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Por Alfredo Grande
(APe).- Un amigo entrañable, cuando todavía yo era docente en la Universidad Popular “Madres de Plaza de Mayo”, a la que había contribuido a fundar por invitación de Vicente Zito Lema, me hizo una entrevista para una publicación que se llamaba “De Pura Gracia”. Rafael Villegas, uno de los más brillantes discípulos de Ruben Dri, me dijo: “vos sos cristiano”. No dejó de sorprenderme tal afirmación. Pero en más de diez años de esa charla, he podido comprobar que entre la teología de la liberación y el psicoanálisis implicado que he desarrollado, hay muchos puntos de coincidencia. Que se amplían con la psicología social, y por eso con Rafael y con otro amigo del alma, Oscar Mongiano, el tercero en concordia, estamos hace años pensando el concepto de “triple frontera” para delimitar un territorio libre de cultura represora. Triple frontera teórica y política.
Cuando en las ahora lejanas clases en el Espacio de Psicoanálisis de la Universidad Madres de Plaza de Mayo acuñaba el concepto de “psicoanálisis del palacio y psicoanálisis de la plaza”, retomaba aunque sin la necesaria claridad en ese momento, la diferencia fundante entre cristianismo y cristiandad.El pasaje del pez a la cruz no es sin consecuencias… nefastas. Dije alguna vez que si en el Imperio Romano hubiera habido electricidad, hoy los cristianos en vez de una cruz llevarían colgada una picana. Aprendí que la Iglesia es el pueblo de Dios y que el Reino de Dios es terrenal y es una bella manera de referirse al socialismo. Si la “corpo” fuera una sola, qué pobre “corpo” sería. Son muchas y con infinitas sucursales. Todo poder tiende a concentrarse, y de esa forma potencia poder al poder y por lo tanto, exige financiación y más financiación. Si el bolsillo es la víscera más sensible, como decía el General, no son menos sensibles las vísceras de las diferentes corporaciones.
Las políticas de subsidios, de préstamos blandos, de información calificada que siempre llega el día anterior, de declaraciones juradas que son verdaderas blasfemias, ratifican que “pertenecer (al estado) tiene sus privilegios”. Y las corporaciones son la forma visible, aunque de vez en cuando un manto de neblina las esconde, de los diferentes aparatos de dominación del Estado. Si la mayor justicia de un estado benefactor es el “fifti – fifti”, cuando de un lado del fifti hay miles y del otro lado del fifti hay millones, lo mejor es abandonar toda esperanza de la mal llamada “distribución de la riqueza”. Termina siendo apenas una democratización de la miseria. Menem, el más sincero de todos, nos legó “que siempre habrá pobres entre ustedes”. Y predicó pero nunca con el ejemplo. "Ustedes" somos nosotros. Y siempre habrá ricos entre ellos. Eso no lo dijo porque era sincero pero no suicida. Por eso recién ahora reconoce que a su hijo lo asesinaron. Sincero, poco, y cobarde, mucho.
En 30 años y más de democracia hemos llegado a una triste verdad que sin embargo puede tener remedio. La única verdad es la corporativa. Las "corpos" son las que legitiman y legalizan las realidades que podemos consumir. Nunca producir, porque la división social, política, cultural del trabajo establece las castas de productores y las castas de consumidores. A esto algunos lo llaman "rating". Para que esto no solamente sea posible, sino que además sea permanente, es necesario burocratizar un mecanismo fundante de la cultura represora: la proyección. O sea: ver la brizna en el ojo ajeno y no la viga en el propio. En buen romance: no soy yo. Sos vos.
Las denominadas teorías conspirativas, tienen un núcleo de verdad. La gente es mala y conspira. Pero la cuestión es si la conspiración es causa o consecuencia. O ambas cosas. El Poder tiene un origen conspirativo. Minorías no siempre ilustradas pero siempre predadoras que realizan pactos espúreos a los efectos del sometimiento de las mayorías trabajadoras. Sometimiento que puede llamarse "costo social del ajuste", "precarización", "exclusión" o más simplemente, "iva al consumo" o "impuesto a las ganancias para los salarios".
La discusión entre el autodenominado progresismo, tanto en sus vertientes socialdemócratas, socialcristianas, peronistas de izquierda, etc, es cuanto es el nivel aceptable de apriete, ya que todos aceptan que dios no ahorca. Pero también todos aceptan que algo de apriete tiene que haber, venga de donde venga. Las diversas formas de apriete son la cruz más pesada, más liviana, pero siempre cruz, que nuestro devenir por las democracias tuteladas por el gran, mediano y pequeño capital, tiene que tolerar. Pero no es políticamente correcto y mucho menos aceptable, presentarse como "apretador".
Siempre los que aprietan son otros y yo nunca hice nada para merecer esto. Y como yo nada hice, soy puro, casto e inmaculado, ante toda injusticia puedo, quiero y debo descargar mi furia sobre lo que tenga más a mano. Y si tiene algo que ver, diré que tiene todo que ver. Y si no tiene nada que ver, diré que tiene algo que ver. Pero siempre buscaré la solución final en un afuera que es hostil y peligroso. Obviamente: el celotípico (delirio de celos) puede ser cornudo. No faltan enemigos. La maniobra de la cultura represora no es combatirlos de raíz, sino manipularlos, mantenerlos, sostenerlos para cuando sea oportuno, señalarlos con el dedo acusador.George Orwell en su novela política "1984" nos enseña el mecanismo de restitución histórica al servicio del Poder Hegemónico. El Poder dice: "No soy yo. Sos vos. Son ustedes. Y como sé que saben lo que hacen, no solo no los perdonaré, sino que los trituraré". Ibérico Saint Jean lo tenía claro. Los nazis también. Bueno, Ibérico era nazi, así que no hay diferencia. La cultura no represora empieza con un necesario análisis de la propia implicación, individual y colectiva. No solo la caridad bien entendida empieza por casa. Las políticas emancipatorias también. ¿Para qué construir odres nuevos para guardar vinos viejos?
La existencia de fondos buitres no son la causa. Son la consecuencia de la traidora decisión de seguir pagando la "estafa externa". No se trata solamente de no pagar la deuda externa. Primero: porque ya se pagó varias veces. Segundo: porque no es deuda, es estafa. Freud enseñó que ceder en las palabras es ceder en las cosas. Sostengamos el análisis colectivo de nuestra implicación colectiva y libertaria: no aceptemos más estafas, ni de afuera, ni de adentro, ni del medio, ni del costado. Y todos los que luchamos por una patria que sea el reino de dios, o sea, el socialismo del siglo que sea, pero socialismo, les diremos a todos y todas que insisten en pagar lo que no debemos: "eso es traición a nuestra patria. Y sos vos. No soy yo".
Edición: 2787
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