la masacre de Oberá

Se llamaba Basilicia

Fue la primera en morir. Tenía 14 años aquel 15 de marzo. Y transcurrieron ya 87 años. Era una entre las decenas de colonos que marcharon en Oberá por sus derechos como trabajadores del tabaco y la yerba mate. Basilicia murió por un tiro en la espalda.

|

Por Sergio Alvez

(APe).- Tenía 14 años. Se llamaba Basilicia Sawicki. Un 15 de marzo de 1936, la bala que disparó un policía impactó en su espalda.  Sucedió en Oberá, provincia de Misiones, en el marco de lo que se conoce como La Masacre de Oberá. Sobre este episodio histórico, el escritor Alfredo Varela advirtió: “en la historia de las luchas sociales argentinas, junto a las más brutales represiones de anhelo popular, entre las matanzas de Santa Cruz y la Semana Trágica, debe figurar lo que ya se conoce como La Masacre de Oberá: una barbarie desatada contra unos colonos, que trabajaban la tierra, producían, eran esquilmados, y sobre los cuales lanzarían las jaurías de la represión como escarmiento, para que no volvieran a levantar cabeza, y recordaran siempre, que cada vez que intentasen mejorar su suerte encontrarían el látigo y la bala".

Inmigrante

masacre1
La familia Sawicki. A la derecha de la imagen, con el rostro borroneado, Basilicia.

Basilicia era la mayor de nueve hermanos, y como tal, fue la única que ese día acudió a la protesta de los colonos empobrecidos. Según los diferentes registros de época, Basilicia murió cuatro días después de haber sido baleada, en el Hospital Regional de Posadas. Había nacido en una muy pequeña aldea llamada Cviñuji, en Polonia. Se trata de un territorio que hoy pertenece a Ucrania. Cuando Basilicia tenía siete años, su padre (que había combatido en la Primera Guerra Mundial) decidió que la familia viajaría a América en busca de una nueva vida.  Corría 1929. El barco, repleto de inmigrantes polacos, rusos y ucranianos, ancló en el puerto de Buenos Aires tras catorce días de viaje. A poco de haber llegado, la familia Sawicki fue destinada a una tierra absolutamente desconocida, calurosa y selvática: Misiones.

La pequeña Basilicia.

Como tantas otras familias inmigrantes que arribaron al por entonces Territorio Nacional de Misiones, los Sawicki encontraron una posibilidad de subsistencia a través del cultivo de tabaco y en menor medida, de yerba mate.

Protesta y represión

Aquel verano de 1936, una feroz sequía castigaba las plantaciones de los colonos, aumentando un descontento generalizado que tenía su origen en los bajos precios a los que podían vender su producción, y en las  restricciones que establecía la Ley 12.236, que imponía un canon a los colonos por cada nueva planta de yerba que plantasen. 

El malestar se tradujo en organización y, así, gracias al ímpetu de algunos militantes comunistas y anarquistas de origen ucraniano, que visitaron las chacras de las colonias y parajes aledaños a Oberá (Los Helechos, Ameghino, Guaraní y otros), la manifestación del 15 de marzo fue cobrando fuerza: sería la primera protesta agraria en la historia de Misiones. 

masacre3
La primera protesta agraria en la historia de Misiones

En su libro ““Nosotros le pedimos pan y él nos dio balas”, una tesis doctoral en torno a La Masacre de Oberá, el antropólogo Guillermo Castiglioni, cuenta que “los colonos, con el fin protestar por su situación y reclamar por mejores precios para sus productos, solicitaron un permiso a las autoridades de Oberá para realizar un mitin en dicho pueblo. Si bien en un principio el Comisario, Leandro A. Berón, negó el permiso, luego él y/o sus hombres recorrieron algunas chacras avisando a los colonos que sí podían realizar la manifestación el domingo 15 de marzo”.

Así, aquel domingo, ni bien salió el sol, decenas de colonos se reunieron en la chacra de la familia Panasiuk, situada en el paraje Los Helechos, a unos kilómetros de Oberá. Allí, muchos dejaron sus caballos y sus carros, para marchar a pie. Algunas mujeres, decidieron quedarse a cocinar para cuando la marcha terminase y todos volviesen. Basilicia no quiso quedarse. Quería marchar. “Ella  reclamaba por la gente, para que nos trataran mejor, para vivir mejor” contó muchos años después, uno de los hermanos Sawicki, llamado Víctor.

Promediando las nueve, el gentío empezó a moverse. Algunos dicen que eran cincuenta, otros que no llegaban a cien. Lo cierto es que los colonos, que en la mayoría de los casos apenas hablaban castellano, comenzaron a andar a paso lento pero firme hacia Oberá. El trayecto era de casi ocho kilómetros. No llevaban armas. Apenas sus herramientas de trabajo: azadas, palas y machetes que simbolizaban el esfuerzo mal pagado. Había unos pocos carteles con las consignas y uno que decía: Pan blanco.

Cerca del mediodía, la columna de harapientos campesinos hizo su ingreso a Oberá. Cuando alcanzaron el galpón de un representante de la Compañía Cuarenta y Tres, cerca del Cementerio Viejo, oyeron los tres tiros al aire efectuados por el comisario Berón. Esa fue la señal que inició la balacera. Los 18 policías de la comisaría de Oberá, junto a un grupo de “vecinos” que se sumó a la “cruzada anticomunista” organizada por Berón, comenzaron a disparar sobre los colonos.  Basilicia fue una de las primeras en caer.

mural
Un mural recuerda aquella historia de 87 años atrás.

La cacería policial continuó hasta bien entrada la noche, por los montes de la zona, hacia donde intentaron huir algunos manifestantes. Nunca se supo con exactitud la cantidad de muertos que provocó la masacre. “La jornada terminó con un número de detenidos que ascendía a los ciento cincuenta, sesenta heridos leves y cerca de una decena de heridos graves que fueron trasladados al Hospital Regional de Posadas en calidad de detenidos. Cabe mencionar también que en horas imprecisas de la tarde, el colono Iván Mielnik, ajeno a la manifestación – mientras se dirigía en carro junto a su consuegro hacia Picada Sueca con el objeto de realizar una mudanza -, al pasar cerca de donde había tenido lugar la emboscada a los colonos, fue perseguido, herido de bala y muerto por la policía” reseña Castiglioni en su tesis. Una versión indica que el cadáver de Basilicia fue enterrado en la pequeña colonia llamada Florentino Ameghino.

Rescate histórico

“Acabo de descubrir quién fue el asesino de mi tía-abuela. No lo saben sus hermanos (uno era mi abuelo) y tampoco sus sobrinas (una es mi mamá), pero yo acabo de enterarme” escribió en 2016 el periodista bonaerense Matías Estévez, en una nota publicada en su blog bajo el título “El asesinato de mi tía-abuela”.

En esa crónica, Estévez cuenta que el apellido de Basilicia “aparece como Sawicki, pero también como Savinski, problema típico al traducir los apellidos (mi mamá es Sawicki, su hermana es Saviski). Consta que no sólo murió Basilicia, sino también su tío Juan Melnik, que no participó de la protesta, pero recibió un balazo en las cercanías”.

El periodista añade: “en mi familia nunca habían hablado sobre esto, y yo supe de repente que, sobre la manifestación en la que mataron a mi tía-abuela, existe un documental llamado Quieta Non Movere; el libro La masacre de Oberá; un mural en una plaza de Misiones; y que se hizo un acto en homenaje cuando se cumplieron 80 años, en 2016. Descubrí también el nombre de su asesino: el comisario Leandro Berón, que no sólo disparó contra los manifestantes sino que permitió que las mujeres detenidas fueran violadas y los hombres, torturados”.

Por su parte, los realizadores audiovisuales misioneros, Gastón Gularte y Gustavo Carbonell, decidieron acaba de finalizar el rodaje de “Basilicia”, un largometraje de ficción que recorre parte de la joven vida de la adolescente asesinada en la Masacre de Oberá, a tiempo que reivindica el rol combativo de las mujeres en el ámbito rural misionero de aquella época. 


Suscribite

Suscribite al boletín semanal de la Agencia.

Sobre la fundación

Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.

Sobre la agencia

Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte