Sálvese quien pueda: ¿ése es el Plan?

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Por Oscar Taffetani

(APe).- Decíamos en una nota publicada por esta Agencia en septiembre del año pasado: “La ministra Ocaña y el director Fernández, cuando termine la presente gestión, seguramente hallarán la manera de reinsertarse en otra. Ellos pertenecen a la raza de los intercambiables. Saben cómo mentir a la población. Saben cómo engañar a la OMS y a Unicef. Están preparados...”

 

Esta semana, horas después de las elecciones legislativas que expresaron el masivo desencanto con el gobierno de los Kirchner, la ministra de Salud Graciela Ocaña renunció a su cargo.

¿Por qué después de las elecciones?, nos preguntamos. ¿Qué tienen que ver el dengue, la flamante gripe A, el Chagas, la tuberculosis y la creciente mortalidad infantil con las elecciones legislativas?

¿Acaso había que engañar al pueblo? ¿Había que mentirle (una vez más) al soberano, dibujando falsas estadísticas y falsos reportes sobre la situación sanitaria? ¿Para qué? ¿Para justificar esos escudos y súbitas emergencias que permitan a los funcionarios manejar discrecionalmente los fondos públicos, esquivando legislaturas y controles y auditorías?
La cruzada del Dr. Zin

El ministro bonaerense Claudio Zin manifestó su intención de convocar próximamente a los “reservistas” de la Salud: médicos jubilados, estudiantes avanzados de Medicina, pasantes de Enfermería, boy-scouts (perdón por la ironía), para lanzar una gran cruzada contra la gripe A.

¿Por qué ahora y no la semana pasada?, nos preguntamos ¿Es que también lo afectó al ministro Zin el virus de las elecciones legislativas?

Pero además: ¿por qué hacer una cruzada contra la gripe A y no contra el dengue (que ya tiene más de cinco muertos, más de 30.000 infectados y amenaza con una explosión en primavera)? ¿Y por qué olvidarse del autóctono Mal de Chagas, que representa dos millones de infectados y miles de muertos al año?

Veinticinco niños argentinos, promedio, mueren por día a causa del hambre y las enfermedades de la pobreza. Ese sólo dato está pidiendo a gritos que se movilicen todos los recursos y todos los presupuestos del Estado para combatir y erradicar el mal (porque el hambre y la pobreza son el verdadero mal: son las causas primeras de todos los otros males).

La culpa -hemos escrito muchas veces- no es del Aedes Egypti. Ni del A (N1H1). Ni del bacilo de Koch. La culpa no es del tamiflú (ni de la falta de tamiflú). La culpa es de un Estado ciego, administrado por señores de parche en el ojo (no por tuertos, sino por piratas), donde van revistando sin solución de continuidad ministros y funcionarios multipropósito, envueltos en nubes de amnesia e impunidad.

Hobbes, en su obra mayor Leviathán, escribió que el Estado es la superación de la primitiva lucha de todos contra todos, en donde el hombre, sin ley, se comporta “como lobo del hombre”.

Sin embargo, este Estado argentino que ha soplado indiferente las velitas por los cien años del Chagas; éste que prefirió esconder la cabeza (cual avestruz) ante las noticias del dengue y la influenza; éste que comete a diario el crimen del hambre, es un Estado en mal estado. Es un gigante inútil que debemos empezar a cambiar, no importa el costo, si es que deseamos conquistar esa demorada segunda oportunidad en el mundo -y en los mundos- que vienen.

Edición: 1542


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