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Por Carlos del Frade
“…Las armas de la Patria se han cubierto de gloria en el día de ayer, 20, logrando una completa victoria sobre sus enemigos; recuperar todo el territorio de Salta y Jujuy hasta Tupiza, hacer nuestras las armas y municiones del ejército enemigo, y todos los caudales públicos; retirarse éste bajo juramento que deben hacer su jefe y oficiales que no pasaron a nuestro ejército por si y a nombre de los soldados de no tomar las armas contra las Provincias Unidas del Río de la Plata, en las que se comprenden: las Provincias de Potosí, Charcas, Cochabamba y La Paz; recobrar los prisioneros que existen en el territorio que debe ser evacuado, reteniendo nosotros los que hubiéramos hecho, ha sido el principal resultado de tan gloriosa acción”.
Manuel Belgrano al intendente de Córdoba, desde Salta, el 21 de febrero de 1813.
(APe).- -Este ha sido el principal escenario de la guerra por la Independencia. Lo que antes se llamaba Salta del Tucumán – comienza diciendo Gregorio Caro Figueroa, a cargo de la principal Biblioteca Pública de la hermosa ciudad de Salta y, a la vez, historiador y escritor reconocido.
Una guerra que dura once años, según el cálculo del estudioso, porque tomó como origen la revolución de mayo de 1810 y la extiende hasta el asesinato de Martín Miguel de Güemes.
El cabildo de Salta es uno de los primeros en adherir al movimiento porteño a pesar de estar ubicado en sitio clave en la economía de aquellos tiempos porque resultaba vital para el tránsito de mercaderías, ganado y minerales entre el virreinato del Perú y Buenos Aires.
Para colmo de males, mayo de 1810 no aparece como un movimiento de ruptura con España sino que hace sus operaciones bajo la máscara de Fernando por la detención del rey en manos de las tropas de Napoleón.
Reconoce como fundamento de la lucha la insurrección desatada en Chuquisaca y La Paz el 25 de mayo de 1809 y advierte que la élite, las oligarquías locales estaban muy divididas con respecto a la revolución de Buenos Aires.
Esa división, esa confusión no solamente estaba ubicada en el corazón de las clases dominantes sino también entre los criollos, los pueblos originarios y la mayoría de los grupos sociales, explica Caro Figueroa.
Hasta que en mayo de 1821, apoyados por el gobernador terrateniente de Tucumán, Bernabé Aráoz, la aristocracia salteña desata la llamada guerra del comercio que termina con asesinato del caudillo.
-Lo fueron desgastando y quedó solo – dice Caro Figueroa al pensar en la suerte final de Güemes.
El investigador Gregorio Caro Figueroa definió a la guerra popular gestada en Salta y Tucumán como la verdadera síntesis de la tierra en armas.
Y decía que los protagonistas de aquella epopeya habían sido también los niños.
-Hoy tenemos al 20 por ciento de las chiquitas y chiquitos que viven en la ciudad capital desnutridos. Y eso no es resultado de nada raro. Se trata que les falta comida. Y no hay que ir a Harvard para diseñar una política correctiva. Hay que darles de comer. Pero lo que falta es decisión política. Y eso es intencional – dice con firmeza, sin levantar la voz, pero cargada de sensibilidad y sapiencia la médica cardióloga dedicada a la pediatría y dirigente de la Asociación del Personal de la Salud de Salta, María Lapasset.
A doscientos años de la creación de la bandera de Belgrano, cree que las otras banderas, por ejemplo, la de la igualdad, “no tiene ninguna relación con lo que se vive todo los días en Salta. Acá hay grupos que padecen la injusticia y la desigualdad más que otros, por ejemplo, las mujeres, los chicos y las mujeres aborígenes que, en gran número son analfabetas. No hace mucho se hizo la denuncia de los chicos muertos en hospitales públicos justamente por la falta de alimentación adecuada”, dice María.
Uno de cada cinco chicos que nace en Salta capital no come bien y eso repercutirá en su desarrollo intelectual y físico.
Salta también está atravesada por un gran fervor religioso que tiene una de sus principales manifestaciones en la peregrinación de la Virgen y el Señor de los Milagros que congrega multitudes que vienen de todas partes.
Eso es aprovechado por los gobiernos que han llegado a implementar la enseñanza religiosa de manera obligatoria en las mismísimas escuelas estatales.
-Algo que discrimina a las chicas y chicos de otras creencias – dice María, convencida que hay que seguir militando para que alguna vez el futuro tenga la impronta de la gran palabra de Mayo: la igualdad.
Edición: 2391
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