Más resultados
Por Claudia Rafael
(APe).- La cadena de los deudores engrilla los pies de los de abajo. El último eslabón es siempre el más deudor, el peor deudor, el que tiene que pagarlo todo. La mora que el Estado tiene con los niños debería originar su ejecución judicial. El remate de todos los bienes estatales para darles una bella vida a los pibes y dar vuelta de una buena vez esta injusticia y poner la cabeza donde van los pies para ver cómo se siente el pisoteo impune del que mira desde el cielo. O poco menos. Serán los padres y los abuelos de los niños y ellos, en lógica de cadena, quienes pagarán brutalmente el costo de la devaluación del último año. Y de los últimos tres. Lo pagan día a día con la leche y el pan. Y lo harán en el gas –los que tienen- porque el Gobierno decidió que la ley de emergencia económica ya no hacía falta y entonces el precio del gas se calcula en dólares. Aunque en el país donde fatigan los pibes y sobreviven apenas millones de padres y abuelos, la vida sea en pesos y la muerte también. Y se cobra en pesos si existe el privilegio minoritario del trabajo.
Los niños de los hogares donde se puede encender una hornalla pagaron con menos leche y menos pan un aumento exponencial de un servicio básico. Pero el dólar valía 20,30 pesos cuando pagaron los dos últimos bimestres. Ahora cuesta 40. Peso más o menos. La lógica del capitalismo es aplastante: el poder no pierde. No puede perder. No debe perder. El costo de todas las cosas deberá ser abonado religiosamente por el último eslabón, el sótano social, la planta del pie comunitario –si hay algo común todavía en este proyecto de patria inconcluso-; lo pagarán aquellos que no tienen atribuciones ni fuerza ni espacio para cobrarse lo que les deben desde hace años, décadas de devaluaciones y cesaciones de pago donde lo que se devaluó fue la vida.
Es una radiografía del libre mercado y la acumulación de capital como las bases constitutivas de la historia de la humanidad. El tándem Aranguren-Macri, Iguacel-Macri, Macri-Lagarde no han hecho otra cosa que buscar convencer a los usuarios –no ya sujetos políticos- de que, como decía el francés Alain Badiou “la propiedad privada y el libre mercado son el único destino posible de los seres humanos”. Y aún más: “Un sujeto humano es un mendigo, un consumidor, un ganador, o nada de nada. Esta es la estricta definición de qué es hoy un ser humano”.
Entonces ahí todo vale. Más de un 1000 por ciento del aumento del gas más la naturalización de que la impunidad es hija dilecta de la inequidad y por eso es imprescindible resarcir a las distribuidoras de gas de lo que hayan perdido es una pintura surrealista.
No alcanzarán 24 cuotas para desenvainar los cañones de igualdad para que marchen bajo las banderas de los olvidados. No se devuelve en cuotas tanta crueldad amasada. ¿Cómo se prorratea en cuotas la injusticia de todo un sistema enseñoreado por siglos? ¿Cómo se cobran los nutrientes perdidos en los cuerpos de los niños de los arrabales? ¿Acaso en 15, en 24, en 150 cuotas? ¿Con qué intereses? ¿Los del Banco Nación? ¿Los del FMI, administrados por las y los Lagarde de estos tiempos?
¿Cómo se subsana tanta desidia, tanta determinación voraz de los rapaces de quedarse con las nueces, las almendras y los frutos frescos de la vida?
¿Acaso un sujeto humano es un mendigo que deberá estirar las manos para alcanzar apenas las migajas de la torta? ¿Es ése su destino?
¿O habrá que salir a recuperar los días que ya no son? Esos días que arrancaron de cuajo las parcelas de infancia atravesada por los venenos y por los despojos.
Volverá la estación con su signo de cobre cuando seamos dueños de la vida y la tierra, cuando el agua nos traiga noticias y saludos del hermano, como escribió el ecuatoriano Adoum.
Y no será en 24 cuotas.
Edición: 3723
Suscribite al boletín semanal de la Agencia.
Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.
Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte