Rodolfo Ranni y la continuidad de Pavón

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Por Carlos del Frade

(APE).- “Hombres en pugna” se llamaba una miniserie argentina que desde la televisión se las ingenió para pensar la historia después de la batalla de Caseros. Hace poco volví a ver algunos de sus capítulos en una señal de cable. Aquella producción se hizo en los primeros tiempos de la transición democrática. Allí estuvieron grandes actores argentinos que resistieron en la experiencia de “Teatro abierto” y en películas cargadas de dignidad como “Tiempo de revancha”. Están jóvenes y pletóricos de esperanza. Desde entonces, Rodolfo Ranni es Justo José de Urquiza. Una fina elección del director y una mejor personificación del Tano remarcaban al líder del inconcluso proyecto de la llamada Confederación Argentina.

 

La imagen quedó grabada en los que pisábamos los veinte años durante aquel amanecer democrático: Ranni-Urquiza entra en Buenos Aires con la divisa punzó en su pecho ante la desconfianza de los ilustres y prepotentes unitarios de la cabeza de Goliat. Ranni-Urquiza parece tener todo el poder para construir el país que alguien soñó para él, planificó y luchó para que él, Ranni-Urquiza, fuera el presidente de una gran nación.

Ese hombre se llamaba Mariano Fragueyro y en sus escritos sostenía la idea de fortalecer el mercado interno, distribuir la riqueza, proteger desde el estado industrias, comercio, fomentar la educación y no dejar a nadie sin trabajo. Fragueyro decía que así se habían hecho fuerte los países poderosos del mundo.

No dejar a nadie sin trabajo. Era la clave del hombre que, en gran medida, había hecho de Ranni-Urquiza la síntesis de las mayorías en estos arrabales del mundo.

No se pudo. No se quiso.

Nueve años después de Caseros, Ranni-Urquiza decide retirarse de los campos de Pavón y deja la suerte política del país en manos de Bartolomé Mitre, expresión de las relaciones carnales con el imperio del siglo XIX, Gran Bretaña, e inventor de la historia oficial y de los medios de comunicación como factor de poder y manipulación del sentido común.

El proyecto de Fragueyro se pierde entre la desesperación de los que son más y que para ser respetados deberán contar con una papeleta que les otorguen los dueños de la tierra, de las mercaderías, de las vacas y de los puertos.

La derrota del proyecto de la Confederación es el origen de un país hecho a imagen y semejanza de sus minorías.

Un periodista y escritor que había puesto el cuerpo y el alma por ese sueño, un tal José Hernández, es perseguido y su cabeza se pagará a razón de mil pesos fuertes ofrecidos por Domingo Sarmiento.

Hernández hablará de los excluidos, de los que no pueden blanquearse ante las autoridades de ciudades y campaña.

El entrerriano Urquiza prefirió su suerte individual y condenó a los que se jugaron por un proyecto colectivo que lo tuvo como expresión política.

Desde Entre Ríos, desde la internidad del Palacio San José había surgido el sueño de un país sin excluidos, sin vidas a oscuras, sin trabajadores en negro.

Por eso el presente está tallado por aquella marca del sueño inconcluso de la Confederación diseñada por Fragueyro y apoyada por miles y miles de anónimos.

Hoy en la provincia del litoral hay 563 mil personas sin cobertura social y 48 de cada cien laburantes están en negro, sobreviven en las sombras. No pueden acceder a los beneficios de la estabilidad, el recibo de sueldo, vacaciones, aguinaldo, jornadas limitadas de labor, sindicalización ni la consabida obra social. Apenas les alcanzan las veinticuatro horas para desesperarse preguntándose cómo se pagará el alquiler, los pañales y la comida para los pibes. Sufren un Pavón cotidiano. Y en la mismísima y otrora orgullosa Paraná, hay 70 mil empleados en relación de dependencia que, sin embargo, no tienen jubilación. Trabajo en negro, vida a oscuras. Zafar en lugar de vivir, sobrevivir en lugar de honrar los propios sueños.

Los números de la vida cotidiana de los entrerrianos parecen devolver la necesidad de rescatar aquel proyecto de la Confederación, donde las familias del pueblo sintieran que la política sea sinónimo de felicidad.

Fuente de datos: El Diario de Paraná - Entre Ríos 28-12-04

 


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