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(APE).- -¿Por qué adhirió a la Marcha de los Chicos del Pueblo?
-Porque de alguna manera, siempre la Casa de Derechos Humanos ha estado adherida a todo el pensamiento de reclamo por injusticias. En Curuzú Cuatiá, en nuestra Casa, trabajamos en defensa de la vida. Y sobre todo en relación a los niños. Aquí los niños tienen muchas necesidades. Los padres no tienen trabajo y si lo tienen, no ganan más de 150 pesos. Entonces estamos hablando de una enorme vulnerabilidad. El gran problema es la exclusión. La pobreza es un problema estructural y la solución también debe ser estructural. Yo creo que ésta es una voz, una palabra que necesitaba ser dicha, como fue dicha por las organizaciones de la Marcha.
-¿Cómo vivió el paso de la caravana por Curuzú Cuatiá?
-Yo me emocioné. Hemos tenido una respuesta muy linda en la organización y los preparativos para todos ustedes. Nadie se negó a nada. Todo el pueblo compartió algo por más que después por algún motivo no haya podido estar en la marcha. Pero también es cierto que pensé que los barrios más pobres no pudieron llegar. Quedan muy lejos y la gente mira mucho si tiene la ropa para venir al centro; a lo mejor no tienen zapatillas y todo eso se me pasaba por la mente. Pensé en todos aquellos que eran iguales a los chicos que marcharon y no pudieron estar. Y tienen los mismos derechos pero no los pueden vivir. Porque la misma sociedad los limita. Se me fueron cruzando muchísimos sentimientos y sensaciones.
-Una cosa es su referencia a la pobreza estructural y a la transformación necesaria, pero ¿cómo cree que se acaba con el hambre?
-El hambre es muerte. El hambre es como dicen los chalecos de la marcha, un crimen. El hambre es la mayor de las injusticias. Porque en el supuesto caso de que no fuéramos un país rico, lo poco que hubiera, habría que repartirlo. Yo estoy convencida de que la redistribución del ingreso es la única medida solidaria, justa y equitativa para que todos podamos, por lo menos sobrevivir. Esto es así en todo. Pero con el hambre es indiscutible. Entonces, en un país con hambre, hay que redistribuir lo que entra. No podemos estar haciendo rutas cuando tenemos chicos que no tienen un pedazo de pan para comer, un remedio para ser curados. Sabemos y somos concientes de la orfandad que existe en los hospitales. Hay diagnóstico de enfermedades pero no hay curación.
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