Remontar el barrilete en esta tempestad

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Por Facundo Barrionuevo

(APe).- ¿Quién puede sostener la mirada frente a un pibe que tiene que dejar su casa, junto a sus padres, porque ésta no soportó los vientos y el agua? Quienes hace unas semanas atrás festejaban el día del niño en clubes y centros barriales marplatenses intentando hacerse de algún juguete usado, ahora con la congestión a la vista, "rasquetean" alguna manta de la Secretaría de Calidad de Vida (*)

El 80% de los evacuados eran niños y adolescentes que, en los SUM de Sociedades de Fomento jugaban al ajedrez, dormían o corrían, leían un cuento, improvisaban un "baile de la silla", una "mancha", o simplemente intentaban dormir en colchones al piso y frazadas nuevas que, como siempre, esperan inundaciones o techos volados para ser entregadas.

Durante la primera mañana, varios médicos municipales dejaron de lado su medida de fuerza, (estaban de paro por haber recibido sólo un magro porcentaje de su salario) y se dieron a la tarea de revisaciones que resultaron con la detección de muchísimas afecciones respiratorias. Algunas, incluso, derivaron en internaciones. Ya en la previa del invierno, se habían detectado numerosos casos, en niños, de Gripe H1N1 y son moneda corriente en salas de salud y en el Hospital Interzonal, los crecientes casos de tuberculosis. Afección no erradicada y que tiene mucho que ver con deficiencias habitacionales y alimentarias.

Manuel Castells, advertía a mediados de los 90' sobre los fenómenos de la ciudad dual. Mar del Plata, da cuenta de ello en su conformación urbana. Ghettos de miseria y opulencia separados por avenidas o algunas cuantas cuadras. ¿Qué tienen para decirnos las emergentes y cuestionadas Torres del estudio Pelli frente a las inhumanas casillas del Barrio Herradura, el Nuevo Golf o la Villa Palangana? ¡Qué pornográfica imagen los departamentos de los nuevos emprendimientos inmobiliarios, muchos de ellos vacíos, frente a la intemperie de los jóvenes ayudantes de albañil que trabajan en ellos!

La ciudad balnearia guarda la estadística de ser una de las ciudades con mayor cantidad de viviendas deshabitadas. "Mucha gente sin casa, muchas casas sin gente". Un tercio de las viviendas no tienen habitantes fijos, 106.365 en términos absolutos, arrojó el Censo 2010)

Las tan repetidas "tres T" del Papa Francisco tienen una potencia no muchas veces comprendida en toda su magnitud. El problema de la vivienda es un problema de dignidad, y es fruto de una conversión salvaje de la organización del trabajo que deja cada vez más "población sobrante". Ya Carlos Marx hablaba de las cuatro necesidades fundamentales humanas "comer, calefacción, vestir y vivienda". Pero que no es invento suyo sino que recoge una tradición ancestral que viene desde "El Libro de los Muertos" en Egipto, hace 5.000 años, pasando por los pueblos semitas y el cristianismo primitivo: "di de comer al hambriento, di de beber al sediento, di de vestir al desnudo, y una barca al peregrino".

Toda ética política debería estar basada en estos fundamentos ancestrales (cfr. Dussel, E.). Sin embargo, no es el caso de la práctica mezquina, perversa y miserable del entramado de poder de este micromundo de "gestores", llevados por una inercia burocrática que no los deja pensar a algunos y a otros que ejecutan políticas de desprecio a los sectores humildes cual "grupo de tareas" del Capital, al decir de Jorge Alemán.

En su conferencia "Construir, habitar, pensar" de 1951, Heidegger, señalaba que el habitar está íntimamente ligado al construir, y que incluso el construir es ya en sí mismo habitar. Que el habitar es en esencia "cuidar". Y que el habitar es la forma propia de ser en la tierra como humanos.

No será caprichoso entonces el reclamo de las cooperativas de trabajo por construir sus propias viviendas, entre compañeros y compañeras, dando lugar a la dignidad que da el trabajo, el pan y el hogar lleno de hijos. Una dignidad terca y contracorriente que permita remontar el barrilete de la utopía aún entre los vientos más perversos de la tempestad.

(*) Mar del Plata fue sacudida hace unos días junto a una amplia región de la Costa Atlántica por un intenso temporal. Junto a los árboles y cables caídos quedaron en evidencia, la desidia de la política frente a la problemática de la vivienda, arrastrada históricamente por las diversas administraciones, pero también una ágil reacción solidaria de sectores medios y humildes, frente a las necesidades de sus vecinos.

Edición: 3234


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