Aroma a Patronato

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Por Laura Taffetani
   (APe).- El Gobernador de la Provincia, Axel Kicillof, ha anunciado un paquete de reformas “para agilizar la justicia”. En ese marco se propone la modificación de la Ley de Abogados del Niño, recortando su actuación y otorgándoles a los jueces facultades que recuerdan a las del viejo paradigma de Patronato de Menores. Esto representa un retroceso inadmisible en el proceso que se ha ido consolidando a partir de la sanción de la Convención de los Derechos del Niño en la que se les reconoce a los niños y las niñas la calidad de sujetos plenos de derecho.

La ley 14568

En la Provincia de Buenos Aires, en el año 2013, se sancionó la ley 14.568 de Abogados del Niño. A partir de ella, por primera vez, niños, niñas y adolescentes pudieron tener sus propios abogados y abogadas para garantizar su voz en los procedimientos y procesos donde se encuentran involucrados. Para garantizarlo el Estado asume el pago de honorarios en los casos de que los padres no puedan afrontarlos. Todos los niños y niñas, entonces, independientemente de su condición social, pueden contar con patrocinio letrado.

Para ello sólo se requiere la necesidad expresada por los niños y/o adolescentes, de sus responsables o de las instituciones que intervienen y permite contar con las garantías procesales que cualquier persona posee. En la ley no hay edad, ni limitación alguna que no sea su necesidad, teniendo en cuenta el reconocimiento que la Convención de los Derechos del Niño ha hecho de la calidad de sujetos plenos de derechos. La única limitación fue la esfera penal la que, por supuesto, quedó en poder del monopolio estatal.
De este modo, el pedido ingresa a los Colegios de Abogados departamentales donde existe un Registro de Abogados y Abogadas de NNyA especializados en el tema.

En el transcurso de los años la figura fue imponiéndose, no sin resistencias de los viejos paradigmas que se esconden en el nuevo discurso oficial de los derechos de los niños. El proceso que siguió en su aplicación fue tan fascinante como complejo, del mismo modo que sucede en la relación de las infancias y adolescencias con el mundo adulto.

Pero con este anteproyecto, en momentos en los que justamente las infancias y las adolescencias representan el sector más vulnerado de la crisis económica endémica en nuestro país y que con la pandemia se ha tornado mucho más grave, el Ministerio de Justicia de la Provincia pretende modificar la ley recortando la figura. Según el anteproyecto, no todos los niños y niñas son sujetos de derecho y deben tener abogados, sólo los que por edad y madurez suficiente -lo quedaría a criterio sólo de los jueces- puedan sortear los intrincados pasillos del procedimiento para demostrar que al fin y al cabo son sujetos merecedores de un patrocinio letrado.

También crea un Cuerpo de Abogados y Abogadas del Niño del Estado para los que sus padres no puedan pagar; justamente los casos en los que la mayor vulneración de derechos proviene del propio Estado, por lo que será difícil que la relación jerárquica permita que vaya contra sus propios intereses.

En la Provincia de Buenos Aires, como sucede también en el resto del país, hace mucho tiempo ya que los niños, niñas y adolescentes dejaron de ser parte real de la agenda pública. Los magros presupuestos que se destinan en las políticas sociales y a los efectores que trabajan con ellos y ellas es una prueba palmaria de esta realidad. Más del 60 % de las infancias y adolescencias se encuentran por debajo de la línea de pobreza, pero estas cifras dramáticas no se corresponden con las acciones implementadas en los distintos gobiernos. Por eso tampoco es casual que lo poco que hay se quiera acotar.

El peligro de la niñez con asistencia letrada

La relación entre los adultos y las infancias no es agua de estanque. Por el contrario, es una relación compleja y de permanente movimiento, muchas veces difícil, en una dialéctica permanente entre la realidad en la que vivimos y la imagen ideal que nos hacemos.
Cuando hablamos de infancias en su relación con el mundo adulto, todo se trastorna. Generalmente se coloca a los actores en una relación despareja: el adulto aparece como alguien que “ya creció” y “sabe más” frente a otro sujeto que “está creciendo” y “sabe menos”. Esta es una disparidad que debe ser atendida, porque en una sociedad de concepción adultocéntrica, la única mirada que prima es la adulta, la que se considera poseedora del conocimiento y por lo tanto la única legitimada para ser tenida en cuenta.

Si a esto agregamos que lo que incide en ese adulto, no es su mirada sobre los niños y niñas en cuestión sino la percepción que tiene acerca de cuál es la imagen ideal que tiene acerca de la infancia - muchas veces, poblada de viejas tristezas y frustraciones de su propia infancia a la que protege de toda mirada indiscreta- llegaremos al ojo de tormenta de lo que significa darles entidad de sujetos a las niñeces y adolescencias involucradas.

Hoy todo el mundo habla de las infancias. Sin embargo, venimos de una historia en la que su aparición como concepto, como un sujeto a considerar por sí mismo, es una categoría en términos históricos reciente. Pero a su vez, esta nueva perspectiva trajo bajo el brazo, en forma simultánea, su control. Y comenzaron a erigirse distintos mecanismos para establecer las salvaguardas necesarias que pudieran generar la “sensatez” y la “vigilancia” de ese proceso, bajo el gran eufemismo de la “protección de los niños y las niñas”, en particular, si ellos y ellas provienen de los sectores más empobrecidos.

Una de las formas de establecer este control social fue justamente imponer una idea de infancia única, de parámetros clasistas; una idea cándida y rosa que omite sus verdaderas realidades, las condiciones en que se desarrolla, bajo la égida de modelos de familia y de vida.

Dentro de esos parámetros entonces no tienen cabida ni sus sueños, sus fantasías y sus deseos, a los que considera peligrosos. Así su creatividad es cercenada para someterlos a un crudo “realismo”, patrimonio del mundo adulto y para hacerla digerible se procede a desrealizarla cuidadosamente, quitándole todo vestigio de conflicto, ofreciéndole al adulto la posibilidad de ejercer su poder tranquilo y seguro al no reconocerlos como personas, otros equivalentes distintos a ellos.

Pero los niños y niñas son testigos y actores sensibles de sus realidades por eso es tan necesario su protagonismo en las cuestiones que los atraviesan.

Ida y vuelta

El terreno de las infancias es sinuoso y muchas veces desafiante. Son personas asombrosas, deslumbrantes, cambiantes en su proceso constante de crecimiento, con una imaginación sin fronteras, a veces con deseos de crecer rápidamente y otras, no queriendo abandonar el territorio conquistado en el que se sienten seguros. Frágiles y sensibles a nuestro mundo. Necesitan aprender pero también son muy capaces de enseñar. Sensatos e insensatos al mismo tiempo. Y es en esa ambigüedad donde los adultos debemos transitar en nuestra relación con ellos y ellas. Equilibrio que no es fácil por esta razón. Proteger y a la vez dar rienda suelta para que puedan crecer en forma cuidada, sin oprimir. Mirar desde el adulto y a su vez, desde el niño con todo lo que tiene de complejo. Sin ese movimiento de ida y vuelta la protección se convierte inmediatamente en tutelaje, control y censura.

Es cierto que los mayores cambios que los niños, niñas y adolescentes necesitan no se dirimen en tribunales, ni en los poderes administradores de turno que han demostrado que lejos están de asumir una política de verdadero compromiso con ellos y ellas, pero justamente si este retroceso se concreta será un nuevo paso hacia atrás de todos los que ya se vienen dando en distintos terrenos y que han hecho que las infancias y las adolescencias hayan dejado de ser parte de las agendas de gobierno.

A veces los ogros cobran formas impensadas, pueden habitar un castillo como en los clásicos cuentos infantiles o pueden ser funcionarios que, detrás de un escritorio, conspiran contra los niños y niñas a los que quieren someter. Una batalla que lleva ya varios siglos, pero en la que siempre, surgen al final los aliados necesarios para convertir a esos ogros en pesadilla.

Ojalá que en esta pequeña batalla lo logremos también.

Edición: 4403


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