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Por Carlos del Frade
-¿Cuántas moneditas hay que juntar para comprarnos una mañana para nosotros sin tener que venir a la avenida? -quizás le preguntó Lautaro Daniel Maidana de cuatro años a su hermano Nicolás Brian Lisondo de diez años.
-No sé...
-¿Cómo dice mamá que se llama esta avenida? -quizás le preguntó muchas veces Lautaro a su hermano, amigo de juegos y compañero de trabajo diario a la hora de pedir monedas en el oeste rosarino.
-Perón... Yo me acuerdo que una noche mamá me contó algo de un tiempo que fueron felices cuando estaba ese hombre... Pero eso fue hace un montón -quizás recordó Nicolás mientras esperaba su turno sentado sobre el angosto cantero central de Avenida Perón y Rouillón y Lautaro y estiraba su mano buscando las moneditas.
Vivían en las casillas que desembocan en el asfalto prepotente de la avenida, en calles de tierra que suelen convertirse en huellas de barro cuando llueve.
Hasta es probable que quizás hablaran de lo que pudo arrimar el Niño Dios.
Y hasta quizás Lautaro preguntó cómo era ese dios de los niños.
Quizás existieron otras preguntas que no son imaginadas por la escasa agudeza del cronista.
Pero hubo un hecho que los convirtió en noticia.
Eran las diez y media de la mañana del 30 de diciembre de 2004 cuando una camioneta Peugeot 404 conducida por Luis Torres se los tragó y nunca más los devolvió a la esquina del semáforo, de los juegos y de las necesarias moneditas para las horas del después.
Los diarios titularon que “dos hermanitos mueren atropellados cuando pedían limosna en la calle”.
La palabra limosna viene del siglo XIII y significa: “Me compadezco”. Su origen está en el latín limus que quiere decir limo, barro.
La limosna es el gesto de embarrarse, según esta evolución de la palabra.
Los que les daban alguna monedita a Lautaro y Nicolás se embarraban.
Quizás entonces Lautaro y Nicolás no eran seres humanos, sino seres de barro.
Quizás algún dios no terminó su tarea porque en el libro de los mayas, el Popol Vuh dice que uno de los ensayos previos para crear a la raza humana fue una pareja de seres de barro y que terminó en fracaso.
Quizás el viaje que anticipada e injustamente hicieron Lautaro y Nicolás a la pampa de arriba fue el fracaso de algunos que se creen dioses.
Quizás sea el fracaso de aquellos dioses que leen cifras de necesidades básicas insatisfechas y creen que se trata de números y seres de barro.
Quizás Lautaro y Nicolás estaban en esa esquina por el fracaso de un sistema que en su totalidad está hecho de barro y falsos dioses.
Porque Lautaro y Nicolás merecían mañanas de descanso y mimos, mediodías de mesas en familia, tardes de pelota y aventuras y noches de ternura y sueños de universos nuevos y dulces sueños.
Porque eso es lo que está del otro lado de los números que se vuelven barro cada vez que aparecen las cifras de los miles de pibes con necesidades básicas insatisfechas.
Quizás en el arrabal del universo que ahora se encuentren Lautaro y Nicolás haya alguien que les devuelva un poco más de las moneditas que ya no podrán juntar. Pero eso ya no importa.
Fuente de datos: Diario La Capital - Rosario 31-12-04
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