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Por Alfredo Grande
(APe).- Estoy convencido de que el pensamiento crítico es una praxis colectiva entre compañeros. Con mayor o menor cercanía táctica y estratégica. Quizá no sea obvio, quizá nada lo sea y, por lo tanto, es necesario aclarar que lo “popular” es un arca de Noé donde hay mucho más que dos por cada especie. Hay un “popular” clasista, donde el pueblo es sinónimo de pueblo trabajador. Hay un “popular” donde el pueblo es una totalidad ambigua y proteiforme. De la misma manera que hay infinitos más infinitos que otros, como lo demostró la matemática de Cantor, hay pueblos más pueblos que otros.
En las puebladas los pueblos nunca se equivocan. Por lo que podría denominar olfato de clase huelen la presencia de los enemigos. El problema es los días después de la pueblada. Y las semanas y los meses. Aparecen las limitaciones de clase que impiden llegar al límite clasista que construye la subjetividad. Uno de los analizadores históricos privilegiados es la manera en que pensamos y nos pensamos en relación al Estado. Incluso y muy especialmente el Estado de Bienestar que, como sabemos, refresca mejor. Para muestra basta un botón si ese botón es un analizador.
Luciano Arruga es analizador de que la separación tajante entre democracia y dictadura es, como la fama, puro cuento. No hay grieta que valga. Nunca se aclaró a qué “nunca más” hacía referencia el Nunca Más. Al genocidio al contado, sin duda. Pero hay genocidios en cuotas. Y mucho más que 12. Roca sigue matando porque tiene testaferros históricos que siguen administrando el sangriento patrimonio que supo arrebatar. Algunos llaman a esto Sociedad Rural.
Por eso los pueblos a veces aciertan y a veces se equivocan. Aciertan cuando enfrentan a sus enemigos de clase. Por olfato, por teoría, por reflejo, por necesidad, por ser clase en sí, para sí, o como se dé la baraja. Y se equivocan cuando hacen pactos que no solamente son diferentes de las alianzas, sino que son lo opuesto.
Jorge Triaca, el padre del actual ministro designado, era el secretario general de sindicato de plástico. En plena dictadura dijo: tenemos que ser más flexibles. Supongo que habrá sido por deformación gremial, pero aún no entiendo a quién se lo dijo. Si a la militancia perseguida o a la jauría de uniforme. La plasticidad es la virtud de los oportunistas. Y los pueblos tienen su propia plasticidad. Algunos la llaman capacidad de consumo. Se adaptan al consumo de lo inútil, lo peligroso, lo caro, lo imbécil. Denomino consumismo a este otro crimen de lesa humanidad. Crimen con diversas formas de anestesia local y general, la mayoría en el simpático blíster de las tarjetas guillotinas de crédito.
Empezamos con la coca cola y terminamos con los agrotóxicos. Las corporaciones, todas ellas, desde la familia patriarcal, pasando por el Estado No Representativo hasta las Multinacionales de las armas, la esclavitud, los alimentos – venenos, los contaminadores del aire, la tierra y el agua, no tienen alma. No hay humanidad en la Industria. No hay nada personal y eso es lo grave. Es todo tan impersonal, tan anónimo. Para ser más claro, alcanza rango ministerial el dueño de La Anónima. ¡Que cool!. La Gran Industria Multinacional también degüella a los pueblos, en una escala que el Estado Islámico Isis, financiado por la gran industria occidental, son apenas boy scouts.
La carrera política del presidente electo aunque todavía no erecto, tuvo dos plataformas. La Presidencia del club de mis amores y la masacre de cromañón. Otro jefe de gobierno sin alma consiguió que 200 personas de diferentes edades fueran consumidas por una trampa de burócratas y corruptos. Los heroicos familiares, sobrevivientes, víctimas, tuvieron que soportar, incluso de organismos de derechos humanos, que dijeran que eran además culpables de la llegada del PRO a la ciudad de los buenos aires. La Liga Argentina por los derechos del hombre y Familiares de Desaparecidos son una más que honrosa excepción.
Mis amigos y compañeros de Cromañón saben que acompañé ese duelo colectivo e imposible. Y sé que no había alma en los funcionarios que buscaban huir de su torpeza, su desidia, su complicidad. Pero el diablo no tiene alma, por eso las roba. Y desde la fecha de la masacre a hoy, muchas almas han sido robadas de aquellos que debieron luchar codo a codo, brazo a brazo con los sobrevivientes. Mi hijo Federico me dijo: murieron más en Cromañón que en el atentado del Isis en París. Verdad que no es de Perogrullo. Verdad que lastima. Por eso el ingeniero recibido en la Universidad Católica Argentina, o sea, de la argentina católica que manda a sus hijos e hijas a las universidades privadas, deberá meditar, pensar, asociar, si va a gobernar en nombre del padre o del hijo porque no podrá hacerlo en nombre de ningún espíritu santo.
Los masacrados del Hospital Borda lo impedirán. Los barridos por la UCEP también. Los hospitales arrasados, mucho menos. Si pretende gobernar y no sólo gestionar que es el lobby de los corruptos, tendrá que hacerlo pero no en el nombre del padre. Un padre regente de la multinacional que heredó el viento de la devastación menemista. La militancia de los pueblos está derrotada. Pero no fracasará. La lucha continúa y además, la verdadera lucha siempre está por comenzar. Y será en el nombre de nuestros hermanos de clase. Nuestros héroes. Nuestros santos luchadores.
Pintura: Honoré Daumier
Edición: 3062
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