Prohibido recordar en democracia

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Por Alfredo Grande

   (APe).- Empecemos citando a los fundantes. Carlos Marx en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” escribe: La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal.” La memoria entonces bloquea el acceso a lo nuevo, a lo novedoso, a la absoluta diferencia. Esta memoria que tiene el disfraz de vejez venerable, es lo que denomino “memoria heroica”.

En vez de representar la nueva escena, restituye la forma y por ende, creemos que conserva la lozanía de los contenidos. Si todo tiempo pasado fue mejor, no autoriza a que ese pasado sea la vara con la que medimos este presente. Lo mejor es enemigo de lo bueno, dicen los malos y los mediocres. A la memoria heroica siempre se la presenta como lo mejor. El homenaje. La pleitesía. La idolatría. El bronce. La santidad. Lo inmaculado. Lo incorruptible. Esa memoria heroica oprime el cerebro, la mente, de los vivos. La oprime, la reprime, la aplasta.

El pensamiento político deviene pensamiento religioso cuando el debate, la confrontación, la crítica, la duda, el cuestionamiento, queda castigado por el knut (el látigo de la Rusia zarista) de los dogmáticos de turno, siempre de turno completo.

En cuarto grado de la escuela primaria mi maestro se llamaba Pitágoras. (sic) Yo en esa época no sabía que hubo otro Pitágoras, así que no me parecía llamativo el apellido. Pues bien: ese maestro nos enseñaba con la Historia de Grosso, que yo, por rivalidad absoluta con mi compañero Stern, estudiaba de memoria. A la letra. No entendía nada. De hecho, cantaba “Fegua asoma” porque no me entraba lo de “Febo asoma”. Casi 60 años después, recuerdo con ternura a Pitágoras (el mío, no el otro) que hizo más de lo posible con mi mente inquieta pero con poca información.

La memoria heroica es eso: a la letra, pura forma sin contenido, repetición automática, nada nuevo bajo ningún sol. Esa memoria no puede menos que oprimir y reprimir. Y desde ya, la memoria heroica está atravesada por la lucha de clases y cada uno y cada una tiene la memoria heroica que se merece. Una compañera me contaba una anécdota en un viaje a La Habana. Recordando un juego entre niños, me decía que uno dijo: “juguemos a la revolución. Yo hago del Che”. El otro niño, muy serio, le contestó: “Con el Che no se juega”. Mi amiga elogiaba la actitud de este último. Yo no dije nada, que es la manera más miserable de expresar un desacuerdo. Yo creo que no hay nada más serio que un juego, y acá estoy citando a la psicoanalista Françoise Doltó.

Pues bien, o mejor dicho, pues mal: la memoria heroica no juega. No sonríe. Ni se divierte. Ni se alegra. Es solemne y poco seria. Por eso la memoria heroica está permitida en dictadura y en democracia, en dictablanda, y en demodura. No cualquier memoria heroica, ya que los héroes no son neutrales. Y los héroes de ayer son los malditos de hoy. Del “primer trabajador” al “tirano prófugo”. Del “guerrillero heroico” al “terrorista asesino”. Pero mientras sea memoria heroica, seguirá oprimiendo cerebros.

“No se olviden de Cabezas”. Acuerdo. El problema político es cómo recordarlo. Porque cuando tenemos algo y mucho para recordar, lo que se tensa son los pensamientos y las emociones. No hay recuerdo que no arrastre afectos y sensaciones. Y cuando el corazón late, el cerebro se expande. Parafraseando a Rosa Luxemburgo, “las emociones de los demás prolongan las mías hasta el infinito”. Y ese infinito es un infinito actual. O sea: no hay predestinación. La historia no está escrita, sino que la vamos escribiendo. Nuestra mente puede olvidar, pero nuestros actos, nuestros deseos, nuestros anhelos, nuestros proyectos, seguirán recordando.

El espíritu de las revoluciones pasadas sigue latiendo. El espíritu de las revoluciones futuras sigue acechando. Y desde los recuerdos más intensos, creamos la “memoria histórica”. Donde la historia oficial no tiene espacio ni tiempo. Porque siempre hay otras historias que merecen ser contadas. Recuerdo y memoria histórica: una bella pareja. Entonces el asesinato de Cabezas no será para oprimir nuestro cerebro, sino para ampliarlo en nuevas luchas. Y no buscaremos la seguridad versión fascismo, sino el cuidado y la protección para que nadie tenga que pactar con el Mal porque fue traicionado por el Bien.

Esta “democracia real” (la democracia de la real politik liberal) prohíbe nuestros recuerdos y corrompe la memoria histórica. No es un tema de feriado más o feriado menos. El tema es terminar de darnos cuenta de que todo Estado será gendarme de los poderosos, aunque algunos repartan más migas que otros. Y aunque al Estado podamos pedirle todo, del Estado conviene no esperar nada. Nada bueno. Recordemos que los malos fueron invitados por los buenos. Entonces no eran tan buenos.

El 24 de marzo será la oportunidad para organizar la unión de los colectivos clasistas, anticapitalistas, y anti fascistas. Para que la profecía del mayo francés se cumpla: “prohibido prohibir. La libertad empieza con una prohibición”. Y entonces el recuerdo del Cordobazo, entre tantos otros, no podrá oprimir nuestro cerebro. Porque esas generaciones siguen vivas. La lucha continúa…

Imágenes: Marcelo Carpita

Edición: 3322


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