Pingo de oro

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Por Sandra Russo

(APE).- Dos mundos paralelos, que nunca deberían tocarse, se unen en esta historia que ocurrió en La Plata. Dos jóvenes, uno de ellos de 16 años, fueron detenidos después de robar un valioso caballo de polo con el objetivo de atarlo a un carrito y salir a cartonear.

El cuidador del caballo, Roberto Samuel Vacca, de 79 años, fue golpeado por los jóvenes para arrebatarle el caballo que estaba a su cuidado. También se llevaron correajes y tres sillas de montar de polo, entre otros elementos. Una vez denunciado el hecho, la policía implementó un operativo rastrillo y dio con el animal, ya atado al carrito cartonero. Los jóvenes fueron inmediatamente detenidos e incomunicados en dependencias de la comisaría cuarta de La Plata, acusados de robo calificado.

Resuena algo de tragicómico y de patético en esta noticia. Queda solamente la parte trágica si se adivina el futuro de esos dos ladrones de caballos que pagarán seguramente más caro su delito por haberse metido con un caballo proveniente de otro universo, de otra galaxia: lo tragicómico asoma apenas cuando se visualiza la escena del principesco caballo de polo atado a un carro de mala muerte y destinado a una tracción miserable. En ese otro universo, en esa otra galaxia, ese animal vale mucho más que dos parias equivocando el objeto de deseo y alzándose con un botín imperdonable.

En el cruce frontal entre esas dos realidades que nunca deberían verse las caras, es decir: en el choque entre dos parias cartoneros y un caballo elevado al status de posesión de lujo, lo que asoma es, ahora que el caballo fue recuperado, una anécdota que circulará seguramente entre cuidadores y jugadores del deporte más distinguido: no se sabe el nombre del caballo pero es probable que sus íntimos lo apoden “Cartonero” y estampen con ese apodo la experiencia por la que pasó el bicho: el descenso a los infiernos de una noche, cuando se lo llevaron de su hábitat bucólico y le pintaron la cara de caballo pobre, de simple caballo. De los dos jóvenes puede preverse el itinerario: la nada misma, empeorada por el sacrilegio de haberse llevado un pingo de oro para remontar su carro de madera.

Fuente de datos: Diario La Gaceta - Tucumán 19-06-05

 


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