Pibes baleados, geografías saqueadas

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Por Carlos del Frade


(APe).- Brutalidad policial, pibes heridos y una ciudad que ya no es.

Empalme Graneros es uno de los barrios más populosos de Rosario.

Más de cincuenta mil personas intentan empatarle al fin de mes en el oeste de la ciudad devenida en un archipiélago donde conviven islas de la fantasía del primer mundo con decenas de islotes de pesadilla.

 

Un barrio cuya población es equivalente a cinco ciudades en el territorio santafesino que asigna esta categoría a los lugares que superan los diez mil habitantes.

Empalme Graneros siempre fue un pulmón palpitante de la clase trabajadora antes que los vientos arrasadores de los años noventa multiplicaran la desocupación, la precarización laboral y el negocio del narcotráfico.

En el día internacional de la mujer, un preso se escapó de la seccional 12 de La Santafesina SA.

Entonces el paisaje del barrio cambió.

Comenzaron las redadas y las búsquedas.

Hasta que algunos policías creyeron que habían identificado al prófugo.

Y empezaron a tirar sin mirar demasiado quiénes estaban alrededor.

Dos pibes que estaban tomando gaseosa fueron heridos por esta nueva puesta en escena de la interminable lógica de la brutalidad policial.

-Estaban tomando una gaseosa. Toda la cuadra estaba llena de chicos y ellos tiraron igual. Sabemos que los policías tienen que resguardar su vida, pero no pueden poner el riesgo las de todos nosotros - dijo Elba, la tía de Isaías, uno de los chicos heridos, a los medios de comunicación de la ex ciudad obrera.

El fugado, señalado como Gustavo G., tenía un arma y en la esquina de Campbell y La República respondió a la intercepción del móvil 2924.

-El pibe al que venían persiguiendo miró a los milicos, se empezó a reír y disparó - explicó el hermano de uno de los chicos heridos.

“Yo estaba con mi hermanito y otros dos chicos en la puerta del pasillo de La República 3066 tomando una coca. Cuando pasa todo esto mi hermanito se para. Quedamos en una punta nosotros, en la otra los policías y en el medio el que venían persiguiendo. Los milicos le dispararon, pero no le dieron a él, nos dieron a nosotros, y encima ni se pararon a ver cómo estábamos”, agregó.
Los dos chicos heridos son Isaías, de nueve años, y Cristian, de trece años. Al primero la bala que recibió le rompió el esternón y al segundo, en tanto, el proyectil le impactó en el abdomen, con salida por la zona del hombro izquierdo.

-No estaban los dos juntos. Isaías estaba conmigo tomando una gaseosa, nosotros vivimos a una cuadra de ese lugar. El otro chico pasaba justo por ahí y se quedó paralizado cuando vio lo que pasaba, pero vive un poco más lejos - dijo otro testigo del hecho.

-Nosotros somos gente de laburo, no somos delincuentes. Cuando nos pasa algo a nosotros no aparece nadie, pero ahora porque un compañero hizo esto se llena de policías ¡Ni que vinieran a sacar a Al Capone! Y todo porque a nosotros nos tocó vivir en una villa - remarcó Elba.

Después de la balacera, los vecinos apedrearon al patrullero en cuestión y tuvieron que llegar efectivos del Cuerpo Guardia de Infantería y bomberos voluntarios para calmar los ánimos.

-Había más de 20 móviles y los chicos no fueron los únicos heridos, porque la Policía empezó a reprimir. Tiraban con balas de goma - añadió la señora.

En el lejano oeste de la ciudad que no es la que muestran las postales y las publicidades, los pibes están condenados a gambetear las distintas balas que vienen de las fuerzas del mismo orden que sigue saqueando la geografía que, alguna vez, estuvo pletórica de esperanza y futuro.

Fuente de datos:
Diario El Ciudadano 09-03-11.

 

Edición: 1973


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