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Por Sandra Russo
(APE).- Entre el empacho de pan dulce y turrones, a fin de año también hay un empacho de balances. En todos los órdenes hay una inercia que lleva a hacer el repaso del año que termina, y eso incluye a “los personajes”. Del ramillete de personajes del 2004 que el diario Clarín seleccionó, hay dos que sobresalen y, aunque pertenecen a ámbitos diferentes y se han movido y seguirán moviéndose en esferas distintas, algunas de las coordenadas que tocan no son paralelas: se tocan.
Uno de ellos es indudablemente un personaje despedido a la luz pública desde una tragedia personal: el asesinato de Axel Blumberg disparó a su padre Juan Carlos a los primeros planos políticos, pero en el agitado y sólido andar de Juan Carlos Blumberg por la vida pública argentina vale aclarar que Axel sólo estuvo presente como el telón de fondo doloroso que le dio al padre autoridad para hacerse escuchar. Sin embargo, el discurso Blumberg es responsabilidad exclusiva de Juan Carlos Blumberg. Ni siquiera sabemos qué opinaría el hijo al respecto, toda vez que lo que constituyó a Blumberg como personaje no fue el dolor sino el color de sus posiciones. De aquel padre destrozado que a principios de abril convocó a una multitud en la Plaza de los Dos Congresos al operador de políticas de seguridad intemperante, de aquel señor lloroso rodeado de chicos del colegio Goethe y del coro Kennedy al invitado insoslayable de Mariano Grondona y Luis Majul cada domingo, de aquella víctima de la inseguridad a este líder social que buscó y escuchó y respaldó durante todo el año posiciones impiadosas, irreflexivas e ineficaces cuyos portadores e ideólogos eran a veces portavoces locales de la peor mano dura y otras veces embajadores de las soluciones simplistas norteamericanas, hubo un camino que Blumberg recorrió solo, por su propia cuenta, por sus propias inclinaciones ideológicas. Para esas primeras multitudes que acompañaron su dolor, hubo un punto de inflexión que hizo subir la guardia y poner el punto sobre la i: absolutamente nadie que sinceramente luche contra la violencia podría ensuciar a la víctima de un crimen tan o más atroz que el de Axel Blumberg. Sebastián Bordón fue tan asesinado como Axel, pero a él lo mataron los policías que debían protegerlo. Desde aquellas viles declaraciones de Blumberg, sólo lo acompañó la derecha.
Otro de los personajes del año fue Gustavo Grobocopatel, menos conocido para la gente en general pero un pope para los periodistas económicos. El “señor soja” fue presentado como un “empresario última generación”, lo cual sugiere que a Grobocopatel le seguirán imitadores, admiradores y adeptos a un estilo empresario del cual él es la punta de lanza. Se afirma que Grobocopatel forma parte de la primera tanda de empresarios fuertes que han acumulado riqueza sin ayuda del Estado. Era hora de que, al menos, el Estado no contribuya a fortalecer a tres o cuatro y se aboque a distribuir más equitativamente la riqueza. Tiene ideas innovadoras, como una especie de incubadora de 500 Pymes a las que se les brinda información estratégica y se las apoya financieramente. ¿Un gesto humanista en un “empresario de última generación”? No hay datos al respecto, pero sí hay otro dato que permite deducir que, todo lo contrario, los empresarios última generación no apuntan sus negocios fuera del cuello de botella de la concentración de la riqueza, y más: que la concentración de la riqueza va camino a desprenderse definitivamente de la fuerza de trabajo. La empresa de Grobocopatel, Los Grobo, facturó en 2004 nada menos que cien millones de dólares, e incorporó a... cincuenta empleados.
Tanto Juan Carlos Blumberg como Gustavo Grobocopatel son indudablemente dos personajes del 2004, y que lo sean marca un camino, señala una dirección. Lo que resta decir es que ese camino lleva, por un lado, a una visión del prójimo (si es pobre, si es oscuro, si proviene del intestino manchado del cuerpo social) como potencial peligro que debe ser vigilado, controlado o encarcelado aunque sea menor de edad. Y por el otro, ese camino avanza hacia un país en el que los ricos serán cada día más ricos sin generar trabajo. Los que vivan en el mundo sin trabajo de Grobocopatel serán los eternos sospechosos del mundo de Blumberg. Uno y otro son personajes de profecías autocumplidas, como la que reza que los pobres, por el hecho de ser pobres, son violentos.
Fuente de datos: Diario Clarín 26-12-04
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