Los pibes en las tomas y los trabajadores del neumático

Pequeñas victorias en la noche de esta tierra

La rebeldía digna de los adolescentes en las escuelas se toca con los trabajadores del neumático en su módica victoria Frente a los que se fotografían con el embajador norteamericano, fueron sacrificados socialmente. Los pibes y los trabajadores.

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Por Claudia Rafael y Silvana Melo

(APe).- Adolescentes y jóvenes en las tomas de colegios están ejerciendo una rebeldía digna. Que se espeja en los trabajadores que se plantaron en las calles hasta conseguir su objetivo de empatarle, al menos, a la inflación que mes a mes serpentea mordiendo los tobillos. Mientras, el mundo se oscurece, apaga las luces del día y entroniza a la ultraderecha en su noche más noche. Y el trasero de ese mundo, caído a los pies de esta tierra, colonizado por los botis sistémicos, condena gravemente, con dedo de patriarca, cualquier pequeño intento transformador.

Hace tiempo que las calles se pueblan de efervescencias sectoriales. Demasiado ya desde que dejó de oírse una música orquestal con una propuesta integral que abarcara la dignidad entera de la vida. Un abrazo a los sueños en donde el codo a codo fuese la garantía indiscutible. Las distintas épocas históricas han ofrendado un abanico de ejemplos en algunos casos hondamente genuinos y, en otros, atados por una sumatoria de conveniencias. ¿Por quién doblan las cacerolas?, decía Alberto Morlachetti en el momento en que sectores antagónicos se unieron en un par de esquinas al grito de piquete y cacerola, la lucha es una sola.

El tiempo suele ser implacable. Y ese enamoramiento fugaz cayó bajo las garras de su implacabilidad. A la vuelta de la esquina, las cacerolas embocaron otros rumbos. Y los piquetes de los hambrientos siguen de plaza en plaza, de calle en calle, de toma en toma. Generalmente sin una brújula que conduzca a la utopía y la transformación. Sin un horizonte más lejano que la comida de mañana. La imagen de los adolescentes solidarizándose con los hombres de los neumáticos y viceversa, es algo así como un relámpago en medio de esta noche cerrada.

Son los que intentan romper el cascarón del posibilismo que enarbola la correlación de fuerzas como bandera. Del posibilismo que asegura: ante los poderosos, no se puede. Un solo pie, gigantesco, destripará millones de ideales, de utopías, de esperanzas. Entonces hay que plancharlos un poquito, peinarles el flequillo y guardarlos en el sótano de lo inviable.

Pero hay quienes se plantan. Ponen el cuerpo en las organizaciones, abrazando al otro. Hay quienes salen a la calle. Y logran pequeñas victorias. Condenados y vituperados por la preponderancia mediática y la conquista de cerebros masiva de estos tiempos.

En la escuela

¿Qué razones mueven a las y los estudiantes? ¿Qué debaten en las asambleas en las que van amasando y abonando su propio crecimiento? Muchas y muchos de ellos se equivocarán como hizo cada generación a su tiempo. Se chocarán contra los muros de sus propias tozudeces, se verán a sí mismos por momentos como magros quijotes contra molinos que se les van anteponiendo y por momentos también se sentirán invulnerables y poderosos. Pero unas y otros crecerán en la construcción de su propio lugar en el mundo. Pero unos y otras están buscando cambiar las cosas.

Serán tironeados por unos y otros para encorsetarlos bajo una misma etiqueta condenatoria. Pero son la expresión –el tiempo dirá si apenas momentánea o duradera- de un deseo. Y no es poca cosa ser sujetos políticos deseantes en época de apatías. En etapas en las que la pasión por transformar la historia quedó encerrada bajo siete llaves y los individualismos deambulan en la oscuridad.

Ojalá lo logren en las escuelas olvidadas del conurbano, a pesar de la bonaerense. Ojalá salgan y se planten en las escuelas de Catamarca, Salta, Jujuy, Santiago del Estero. Ojalá puedan con las policías feudales y los dueños de la tierra.

Que el demonio tiene agencias en todas partes. Y se parece mucho al que manda.

En la fábrica

Después de varios meses de lucha –sin bajar los brazos a pesar de una demonización sorprendente- el sindicato del neumático (SUTNA) la ganó por pertinacia, por calle, por dignidad. Los repelieron por troscos, por góticos –todos vestidos de negro y con gesto bravo-, les plantaron una causa penal, los trataron de mentirosos y caprichosos desde los ministerios de Economía y Trabajo –este último siempre del lado de la patronal, siempre debajo de una frazada sostenida por las dos grandes multinacionales-, acusados de producir la apertura de la importación, de que los patrones frenaran la producción y dejaran de pagar los sueldos (todo obra del Ministerio de Trabajo), de ser salvajes como los adjetivaron desde los medios.

En los últimos siete años aumentó un 223 % el excedente de los empresarios de los neumáticos. Pero era salvaje el reclamo de una paridad de los salarios caídos al abismo inflacionario.

Víctimas del desprecio generalizado al sindicalismo –da lo mismo el que pone el pecho en la calle que el que se fotografía con el embajador norteamericano- fueron sacrificados socialmente, en un concierto de repicantes que repetían cierran las fábricas por su culpa por su culpa.

Pero lo consiguieron. Consiguieron la módica utopía de no perder tanto ante una inflación despiadada. Y de recuperar una ínfima parte del saqueo de estos años. Sin fotos con los verdugos históricos de estos pies del mundo.

Ya escribía Alfredo Grande en “Infancias y subjetividad IV” que “no hay más triunfo deseante que la conquista de la libertad, única tierra donde todo deseo germina”.

Habrá que arremangarse todas y todos para hacer germinar un deseo profundamente genuino que le haga frente a esa peligrosa abulia que se expande como la más feroz de las pandemias.

Foto de apertura: LaVaca.org


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