Pequeña-gran mujer: Dolores Huerta

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Por Cristina Baccin(*)

(APe).- Un día de 1935, la pequeña niña Dolores se despidió del polvo con sabor a carbón de los caminos de Dawson (New Mexico), para mudarse con su mamá Alicia Chavez y sus dos hermanitos a California. En Dawson, quedaba su papá, Juan Fernández, trabajador en las minas de carbón, haciendo su andar como sindicalista y luego legislador. Hoy, de ese pueblo sólo queda un cementerio con sus muertos jóvenes por el trabajo en las minas.

En Stockon, ciudad del condado de San Joaquín (California), Dolores, al amparo de una madre emprendedora y tenaz, creció y comenzó el difícil recorrido por la vida de latina y mujer en medio de trabajadores agrícolas, los pobres de Estados Unidos.

Once hijos y el liderazgo como activista latina fueron de la mano (o a contramano) para conjugar las energías a través de una altísima capacidad organizativa, en una larga vida de luchas personales y políticas.

Los tiempos de Dolores Huerta se caracterizaban fuertemente por el acoso a las mujeres en los lugares de trabajo o en las arenas políticas, el menosprecio y la subestimación. Aún así, estudió lo que el tiempo entre niños, divorcio y crianza le permitió. Cuando comenzó a ejercer como maestra, se encontró con una realidad que conocía desde pequeña: los niños que estaban en sus aulas pertenecían a familias pobres e inmigrantes; en vez de mineros, eran trabajadores agrícolas de los campos de Stockton.

Desde los años cincuenta, Dolores Huerta creció como líder, organizadora y activista social entre la población latina, sumando progresivamente proclamas tales como derechos de la mujer, derechos de la comunidad LGBT y, más recientemente, derechos ambientales. Sus comienzos fueron como militante social y animadora comunitaria, pero su salto al liderazgo se produjo en los años sesenta cuando sumó fuerzas con el líder sindical César Chavez para organizar el National Farmworkers Association (Asociación Nacional de Campesinos) que, más tarde se transformara en la United Farm Workers of America (UFW, tal su sigla en inglés o Unión de Campesinos). Juntos, César Chavez y Dolores Huerta obtuvieron logros esenciales, desde la satisfacción de necesidades básicas como el derecho a disponer de agua y acceso a baños en los lugares de trabajo hasta el derecho a un sueldo mínimo sin importar el estatus de ciudadanía. Los trabajadores agrícolas eran mayoría inmigrantes de origen mexicano, por lo cual, los derechos a mejores condiciones laborales estaban profundamente ligados a las políticas migratorias. El principal logro de las luchas campesinan fue la legalización de casi un millón y medio de trabajadores agrícolas a través de una ley de amnistía en 1986.

Los éxitos organizativos no fueron gratuitos. Dolores Huerta fue encarcelada 22 veces por actividades sindicales pacíficas y cruelmente malherida y golpeada por la policía de San Francisco, en 1988, en una manifestación en contra de la candidatura presidencial de George H. W. Bush.

Cuando a los 80 años, un día de mayo, Dolores recorría la Avenida Constitution en Washington D.C., una agradable brisa traía todavía algunos pétalos de los cerezos japoneses de la cuenca Tidal. No, no se olía el agrio sabor a carbón del Dawson natal. Preciosamente vestida de color turquesa se dirigía a la Casa Blanca a recibir del presidente Barack Obama uno de los más importantes premios de Estados Unidos, la Freedom Medal (Medalla de la Libertad). Y recordó a su mamá Alicia; de ella heredó el tesón y un sencillo y poderoso mandato: “si alguien necesita ayuda, tienes la obligación de ayudarlos sin esperar que te lo pidan”.

Ahora, conmemorando el vigésimo aniversario de su principal compañero de lucha por los derechos de los trabajadores agrícolas, César Chávez, con sus 82 años, sigue parándose frente a las multitudes, arengando con su “¡Sí, se puede!” para que el silencioso elefante latino comience a levantarse para reclamar un espacio de dignidad y decencia en los Estados Unidos.

Esta pequeña-gran mujer, es todavía el estandarte de un legado cultural y político de lucha por los derechos civiles a través de la inclusión, la unidad, y la acción no violenta. Cuando la entrevistamos (kunm.org/post/dolores-huerta-speaks) destacó “la energía que tiene la gente ahora. Sabemos que nuestra comunidad ha sufrido un gran ataque y eso es lo que ha desencadenado el movimiento actual. ¡En todo el país tuvimos estos verdaderos derechistas y conservadores que atacaron nuestra comunidad, en modo tan violento! Nada, ¡ni siquiera parecido!, a los sesentas (…). La gente quiere que esto se detenga. Podemos usar nuestro poder, nuestro poder de voto, de marcha, de reclamo a los legisladores en el Congreso, para detener estos abusos.”

Desde que comenzó, las tácticas de lucha de Dolores Huerta variaron pero la labor educativa estuvo siempre presente como parte de su estrategia hacia el conjunto de la sociedad estadounidense. Una sociedad que a través de estamentos sociales, pretende esconder un profundo clasismo creando la ilusión (el “sueño americano”) que todos tienen la misma oportunidad de ascenso social. Los inmigrantes latinos conviven en una atmósfera de profunda discriminación étnica que sigue cristalizando los espacios de poder en manos de una mayoría de herencia anglosajona, muy a pesar de que en la vitrina de Washington un hombre africano-americano sea el presidente.

Según Huerta: “Necesitamos educar a la otra gente. (…) Tenemos que educarlos sobre nuestros temas: la deserción y la expulsión escolar, la discriminación de la mujer en la comunidad latina, los temas que afectan a nuestra comunidad LGBT, el matrimonio igualitario, el derecho a decidir de la mujer (sobre la salud sexual y reproductiva), el medio ambiente, los derechos laborales (…). Ellos no entienden por qué necesitamos una reforma de la política de inmigración, ellos no saben cuánto nuestra comunidad contribuye a la economía estadounidense con nuestro sudor, nuestro orgullo, nuestro poder de consumo. Y por qué tienen que parar de expulsar y encarcelar a nuestra juventud. (…) Me gusta decirle a la gente lo que dijo Benito Juárez: `El respeto del derecho ajeno es la paz´.”

En un reciente concierto-homenaje a Dolores Huerta, el músico Carlos Santana proclamó: “Para los mexicanos su patrona es la Virgen de Guadalupe, pero para nosotros, en este país, Dolores es la patrona”. De pequeña estatura, de piel profundamente marcada, Ella es -hoy más que nunca-, un legado viviente de activismo y compasión para la población latina: simple y legendaria, pequeña y monumental, mujer.

(*) Escribe desde Estados Unidos
[email protected]
Periodista
Ex Decana de la Facultad de Ciencias Sociales, UNICEN

Edición: 2032


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