Pedro Titiritero

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Por Alberto Morlachetti

(APE).- Está hecho de un material imaginado por sus títeres legendarios que le dieron vida y lo dejaron suelto como un cuento provocador de ensueños del “había una vez”. Anda Pedro con el sueñe a sueñe en las calles marrones de Villa Caraza que llevan a ninguna parte y la ilusión de ser un zopilote y volar muy suavemente -como vuelan los zopilotes dice Rulfo- hasta dejar atrás aquella miseria donde nunca sucede nada.

Pedro es marioneta de altura en el tiempo de la soledad de los semejantes y echa a rodar su fantasía que tiene la precisa función de ampliar y de extender el campo de acción de las posibilidades humanas más allá de sus límites, donde no llega sino la fuerza de los sueños o de la imaginación. Por eso le pone a su barrio el mitológico Río Tintón de aguas apacibles o crece en la mirada de los niños su bella media flor.

El niño es capaz de concentrar el universo mágico en un puñado de espacio. Pedro lo sabe y anda por ahí con su teatro y sus niños menores -que un grano de avena- suspendidos en el arte de su globo rojo con "un relato parecido al de sus sueños" sembrando el bien a bien desde hace tanto que ya nadie se acuerda.

Cuando la vida se ha mudado a ese lugar en el pecho que se llama desesperación el Pedro de los títeres deja caer versos como “pedazos de sol”, como si el lenguaje estuviese diciendo o cantando historias, para cambiar el mundo aterrador que nos ha tocado por un mundo de besos maternos. Nuestra marioneta primogénita probó su capacidad para evocar el dolor, pero también la esperanza y quiere repetirla.

 


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